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"Si no me subiese a un escenario sería un ser triste"

Verlo bailar es una gozada pero, sobre todo, una sorpresa. No puedes apartar tus ojos de él. Y no porque sea el que más ocupe, sino por su fuerza y su dominio escénico. Actor, director, bailarín y creador, sorprendió a todos con Vaca, una obra muy personal que estuvo siete años en cartel. Luego vinieron muchos proyectos pero el que más satisfacciones le está dando es Danzad Malditos, que se encuentra ahora mismo en las Naves del Matadero. Vis a vis le ha dado el reconocimiento audiovisual que todos estábamos reclamando. “Ya era hora”, dice él. Gracias, decimos nosotros.

Jesús Redondo- Hay mucha expectación por las funciones de Danzad Malditos, ¿sientes que habéis creado un espectáculo único e irrepetible?

Alberto Velasco- Para mí sí, yo no sé lo que significará para el público pero yo siento que he creado algo irrepetible para mí. Incluso me planteo, no quiero dirigir nada más porque, de verdad te lo digo, no voy a poder hacer nada así, ni contar con un grupo de gente así, en ese momento en el que lo hicimos porque ahora si nos volvemos a juntar será maravilloso también pero ya será otra cosa. Yo creo que sí es irrepetible, no sé si tan pretencioso como para que sea irrepetible para la humanidad, pero para nosotros sí.

 

JR- ¿Te apetecería concursar?

AV- Me pone mucho porque me va el rollo y me gustaría. Tengo que hacer de maestro de ceremonias tres días porque Rulo Pardo no puede y también me va a gustar porque este personaje es como una extensión de mi trabajo como director pero me gustaría mucho hacerlo un día, concursar, se lo propondré.

 

JR- Danzad Malditos es un concurso vital, ¿piensas que nuestra profesión es un constante concurso por destacar y lograr ser el mejor?

AV- Sí, en otras profesiones no. Esta cosa que tiene nuestra profesión de ser el mejor, el más joven, el más guapo, el que tiene más talento, al que más le conocen,… nos lleva a un ciclo con nosotros mismos que nos perjudica muchísimo. No tenemos la sensación de estar en el mismo barco sino en distintas barquitas chiquititas. Tiene que ver mucho con eso, con que la profesión es tirana de por sí porque siempre te tienen que elegir, siempre tienes que ser el mejor porque te tienen que elegir para trabajar. Y aunque hayas demostrado durante muchísimo tiempo que tu trabajo merece la pena, vuelves a estar en el punto de mira, incluso los actores que llevan trabajando toda la vida.

 

JR- En Danzad Malditos hay veces que es la suerte la que decide quién pasa a la siguiente fase y quien no, ¿cuánto crees que hay de suerte en el éxito en nuestra profesión, cuanto de trabajo y cuanto de talento?

AV- Sobre todo lo que más influye es el trabajo, después la suerte y lo último el talento. El talento es tan subjetivo y pertenece a otros mundos… pero sin trabajo no hay nada, nada. Tienes que estar a pico y pala toda la vida. Porque como se confunden hobbie y trabajo y se supone que amamos esto, no nos importa, entonces tienes que estar trabajando en la dirección que tú creas. Te das contra un muro, cambias de grado y a seguir pico y pala. Suerte, porque hay otros ochenta como tú que están pico y pala, pero la suerte hace que sólo dos lleguen a un sitio, y a lo mejor más tarde llegan otros dos. La suerte es una cosa de tiempo también, no depende de uno. Y luego ya lo último, el talento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

JR- Terminaste Arte Dramático hace diez años en Valladolid, ¿qué decisiones crees que han sido vitales en tu carrera para llegar a donde estás ahora?

AV- Es que he tenido mucha suerte. Porque yo he ido pico y pala, y en ese pico y pala me encuentro con Marta Carrasco, una coreógrafa que ha sido muy importante en mi carrera, que me lleva a trabajar con ella, ese pico y pala me lleva a otra coreógrafa de Burgos, Alicia Soto, a trabajar con ella a Berlín y conozco la ciudad, la Sorbona, grandes artistas del lugar, y aquello me movió la vida, me veo en un mundo, decía, no me lo puedo creer que yo esté aquí, no tengo bagaje. Para mí ego fue una bofetada enorme porque yo no podía llegar a donde llegaban ellos y asumí cual era mi papel y absorbía todo como una esponja. Y luego tuve la suerte de encontrarme con Chevi Muraday y con Madrid hace tres años. No sé que decisiones habré tomado que me hayan venido bien o mal pero lo que sí que soy es muy consciente de la honestidad que tenía en cada momento con lo que sentía y con lo que tenía que hacer y de una manera muy fácil. Yo no quería venir a Madrid nunca, me resistía porque desde Valladolid lo venía como lejano, frío, distante y por un trabajo que vine a hacer hace tres años descubrí que no, que el prejuicio estaba en otro lado y que Madrid era una ciudad abierta, maravillosa, propicia a la creación y llena de gente con la que contaminarse. Eso fue hace tres años y hoy estoy estrenando en un recinto que para mí era un sueño, en el que vi a Angélica Liddell, que para mí ha sido un referente muy grande, voy a trabajar en el Real, que vi a Pina Bausch,… Todo esto es algo increíble pero que me lo ha dado la constancia en el trabajo.

 

JR- La danza es primordial en tu vida, ¿se te han cerrado muchas puertas en este mundo?

AV- Sí, el primero fue en el conservatorio. Pero, ¿sabes qué pasa? Lo más triste de todo es que nadie me dijo, tú no puedes hacer eso. Me lo dije yo, porque yo no venía a nadie como yo en el mundo de la danza. Y eso es lo que hay que cambiar, de base; que un niño cuando quiera bailar, ya no solo por ser chico digan no porque son todo nenas, sino que si encima es chico y gordo o chica y gorda, se diga que no el mismo. Jamás se me pasó por la cabeza hacer danza. Como aliciente me apuntaba a los bailes de salón de mi pueblo y a las jotas y a las sevillanas, para seguir bailando. Y yo, como de naturaleza soy flexible y dinámico en las coreografías, en las clases de cuerpo de la escuela de Arte Dramático lo sacaba todo. Luego he tenido suerte de que he trabajado con compañías de danza todo el rato. Me iba formando en las clases que dan por las mañanas para seguir entrenando, tengo formación en muchas disciplinas distintas. He tenido mucha suerte.

 

JR- Delicia, Cliff, Danzad Malditos,... ¿qué te aporta la dirección a nivel creativo?

AV- Ay, es que soy muy mandón. Cuando era pequeño siempre tenía los Imaginanova, Egiptonova, todo este mundo. Me gustaba mezclar cosas y luego ver el resultado. Lo deshacía y tiraba por otro lado, me explotaban las cosas... Era muy feliz con eso. Y es un poco eso llevado a la vida real. Y luego cuando descubrí que no se moría nadie, que haciendo teatro no se muere nadie, que no pasa nada si sale mal, si hay un fallo, no pasa nada, no es tan grave. Jugar con ese material es lo más precioso del mundo, cuando tienes unos actores entregados a que eso suceda, es una maravilla.

 

JR- ¿Y qué te aportó Vaca?

AV- Vaca fue un puñetazo en la mesa a mí mismo, como gordo y como persona que no se quería en ciertos aspectos. Era un poemario que yo iba escribiendo, pero, de repente, como era una cosa física, las palabras no llegaban, como dice Isabella Duncan, yo bailo porque hay cosas a donde las palabras no llegan. A mí me pasaba lo mismo. Hice una cosa en Garage con músicas y tal y decía esto lo tiene que ver la gente porque es una catarsis y yo no sabía que luego iba a ser lo que fue. Pero era tan de verdad lo que sentía,… Yo me di cuenta de lo que había hecho a los tres o cuatro años de haber estrenado. Y estuvo siete años en cartel. Luego ya lo maté, porque la gente lo seguía pidiendo pero yo ya estaba en otro sitio, ya había pasado eso y no tenía nada que ver con aquella persona que lo creó.

 

JR- Los espectáculos que tienen tu firma son muy distintos unos de otros, ¿cuál es tu seña de identidad?

AV- Jovar, todos los espectáculos que hay tienen más que ver con la humanidad que con la forma. Hay algo en ese espectáculo que por lo que sea yo he visto que cuenta algo del alma humana que me interesa o me está pasando en ese momento. Y luego en la forma, yo siempre voy del meollo de lo humano a la forma, y mi lenguaje viene de la danza-teatro y creo que siempre van por ahí, tienen esta característica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

JR- Maggie Civantos, Inma Cuevas y tú, actores potentes en el escenario pero desconocidos por el gran público, tenéis personajes fijos en la serie de Antena 3 Vis a vis, ¿sientes que desde la productora se ha apostado por vosotros?

AV- Ya era hora. Con Vis a vis ha sucedido una cosa que no sucede en el audiovisual español, porque en Estados Unidos nadie es conocido cuando empieza a hacer audiovisual y aquí sí, aquí tienes que tener un nombre. Y con Vis a vis se ha dado la cosa de que venimos del mundo del teatro, y del teatro off sobre todo, y ha funcionado. Entonces, espero que se quiten y se arranquen las vestiduras para darle papeles a todo el mundo que lo merece y que no tiene un nombre y que da igual, lo que importa es lo que está ahí, la verdad que trasmite a la cámara.

 

JR- ¿Algún proyecto a la vista?

AV- No quiero nada (ríe) Quiero tener barbecho un poco. He estado tres años super a tope. Quiero disfrutar Danzad Malditos, la serie y luego en marzo empezamos una cosa con Juan Carlos Pérez de la Fuente que está muy guay. Pero hasta entonces barbecho, a recuperarme.

 

JR- Por último, nuestra última pregunta, ¿qué significa para ti subirte a un escenario?

AV- Es una necesidad, como comer y como follar. Hay días que te apetece más, otros menos, hay días que tienes más hambre, más ganas de follar. Subirte a un escenario es lo mismo, hay día que te da más pereza, otros menos, pero es una necesidad vital. Yo si no me subo a un escenario, no me moriría, pero sería un ser triste, y no estamos aquí para eso.

 

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