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"Cuando me subo a un escenario, intento recordarme lo mucho que me gusta"

Su acento gallego lo identifica como el sobrino de Javier Bardem en Mar Adentro. Ha trabajado con Amenábar, con Almodóvar en Los Abrazos Rotos, el año pasado estrenó la opera prima de Lara Izaguirre, Otoño sin Berlín y tiene pendiente la serie Apaches. En teatro, debutó con Juan Carlos Corazza y lo hemos podido ver en El viaje a ninguna parte o en Vida de Galileo. Ahora, se sube cada jueves a las tablas del Teatro Lara para poner sobre el escenario la película Todo es mentira. Sorbe un capuchino, acompañado siempre de un vaso de agua, y habla desde el corazón, deseando lo que uno más anhela y siendo consciente de lo que realmente quiere en su vida. Adora viajar –acaba de llegar de Roma- y ama lo que hace, aunque a veces tenga que recordárselo.

Jesús Redondo – Todo es mentira, ¿de qué habla esta función?

Tamar Novas - Es una historia sobre amigos y sobre parejas. Las preocupaciones principales tienen que ver con una etapa vital en la que, en la película eran los veinte y ahora los treinta, te enfrentas a la convivencia en pareja. Tenemos en la cabeza aún, mi generación también, yo mismo lo siento así, que tiene que ser para toda la vida, unos ideales de pareja, de cómo tiene que ser la vida. Y, de repente, te enfrentas al contraste con lo que realmente es y no lo afrontas. También parece, eso es algo que sentía al hacer la obra, que te tiene que encantar todo aquí y ahora, tienes tantas opciones que tienes que encontrar exactamente lo que más te fascina, lo que está hecho para ti. Es una presión. Encontrar el amor, el trabajo de tu vida, tiene tanta carga que lo único que haces es estamparse. La vida son ciclos y cambios y hay que dejarse llevar, es algo sanador ahora mismo.

 

jR- Y que nos permitan equivocarnos.

TN- Sí, porque el fracaso tiene un peso demasiado grande. Luego, además, también son importantes el círculo de los amigos, algo que engancha, que está muy presente. Son una generación y unos personajes muy identificables, los puedes ver aquí, en Malasaña, o en cualquier otro sitio. Los temas son los mismos a la película, son universales, pero con las edades y los colores de la historia actualizados.

 

JR- ¿Viste la película para inspirarte en la creación del personaje?

TN- También me pasó con El viaje a ninguna parte, que haya una peli que esté tan presente te crea mayor responsabilidad. Es otra manera de buscar algo diferente, tengo la sensación de haber creado esta función desde el texto, la peli no la había visto. Durante la mayor parte de los ensayos no había visto nada y sí que, al final, casi por curiosidad, empecé a verla, cuando sentí que ya había algo sólido y personal, eché un vistazo y dije, ¡madre mía en la que me he metido! Coque Maya está genial, me parecía maravilloso lo que hacían él y Penélope Cruz, pero que la obra es otra cosa, el juego teatral juega a favor de la función.

 

JR- Desde el comienzo de la función sabemos que Pablo se irá a Cuenca a cambiar de vida, ¿a dónde irías tú?

TN- Soy mucho de viajar en los momentos en los que tengo un espacio vacío o necesito algo nuevo. Me fui a Edimburgo sin tener ni idea de cómo era Edimburgo y fueron dos semanas fascinantes. Tengo en la cabeza irme a Nueva York a vivir un tiempo. Estuve a punto de irme hace unos años y al final no pude pero es algo que mantengo, me apetecería vivir allí. El hecho de moverse físicamente, te mueve también internamente. No descarto ningún sitio, me encanta viajar pero Nueva York es un referente, supongo que por las pelis, por las veces que estado allí, me encanta.

 

JR- ¿Qué tendría que tener ese lugar?

TN- Mucha aventura, un lugar propenso a conocer gente, por accidente o por búsqueda. El caos, el de Nueva York me atrae. Para buscarme a mí mismo y otros estímulos, me apetece ese caos.

 

JR- En Todo es mentira se habla de las virtudes y defectos en la pareja, ¿qué virtudes y defectos tienes como actor?

TN- Soy curioso y me gusta arriesgar, eso es positivo aunque no necesariamente una virtud. Y luego, no sé si es un defecto, pero para mí es muy importante quién me rodea. No concibo este trabajo sin un equipo y, de primeras, necesito mi tiempo para adaptarme. Luego es verdad que con la gente con la que he ido de a poco, al final hemos sido uña y carne, son personas con las que me gustaría volver a trabajar. Con Manuela Velasco trabajamos hace tiempo y ahora volvemos a trabajar aquí.

 

JR- En la obra se evidencia, con humor, la falta de recursos que sufre el teatro hoy en día, ¿cómo se viven esas carencias desde dentro?

TN- ¿Carencias? Algo bueno que tiene el teatro es que es un espacio de total libertad. Se lo escuché una vez a Miguel Rellán, en el teatro lo bueno es que puedes decir, ahora estoy en Moscú, ahora estoy en España. Esa precariedad que, a veces, hay en el teatro, no la he sentido en esta función. Tiene una buena producción aunque sí que se juega, quizá también por el título de Todo es mentira, todo es provisional, a dar esa imagen.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

JR- Has trabajado en el Teatro Valle Inclán, ahora en el Teatro Lara, ¿te apetece trabajar en una sala pequeña donde tengas al público a un palmo?

TN-Sí, ya actué en La Casa de la Portera, fue una experiencia buenísima, aprendí muchísimo y me gusta esa sensación porque se genera una intimidad interesante, algo más difícil de generar cuando hay distancia con el público. Sin embargo, como espectador me gusta no estar tan encima, es un espíritu muy voyeur, me cuesta. Es un reto encontrar la distancia exacta para que el espectador no se sienta intimidado.

 

JR- ¿Qué necesita el teatro a día de hoy para seguir creciendo?

TN- Me parece imposible responderte a esto. Tengo todavía más por aprender que por enseñar. Lo maravilloso del teatro es que es infinito, es innegable que el teatro va a crecer, no necesita nada racionable para eso. Sí que hace falta una reflexión sobre la política cultural. Es precaria y eso se retroalimenta en todas las salas emergentes, no tienen las condiciones que favorecen una industria teatral. Falta un cauce, a la gente le gusta ir al teatro, al cine, nos gusta la televisión. Pagamos unos impuestos para que haya una serie de políticas y de acciones que se preocupen de la vida de la gente. Estaría bien cuidar todo eso, es una riqueza.

 

JR- En Vida de Galileo volviste a trabajar en el Valle Inclán después de El viaje a ninguna parte, ¿qué tal la experiencia de este montaje?

TN- Fue una experiencia maravillosa, los compañeros, la historia, la reacción del público, mi personaje, fui muy feliz trabajando en el CDN. Después de El viaje a ninguna parte, no quería poner un listón porque me imaginaba que no siempre iba a ser así. Pero lo fue, catorce actores y tres músicos con una armonía fantástica, trabajar con Ramón Fontserè y Ernesto Caballero ha sido un aprendizaje continuo,… pero me pasa una cosa, tanto en El viaje a ninguna parte como en Vida de Galileo, habría seguido meses y meses. En Argentina están las obras en cartel varios años, aquí sólo pasa en obras más comerciales. Es una pena que tengo, que unas obras como estas se acaben así y no vayan a otros sitios, me habría encantado.

 

JR- En la obra se dice “que sean así las cosas no quiere decir que tengan que seguir siéndolo”, ¿qué crees que deberíamos cambiar en España y nadie cambia?

TN- Creo que los cambios grandes, a los que me imagino que te refieres, son una ola de muchas cosas. Hace falta ser colectivos, que haya iniciativas, creo que las ha habido en los últimos años, que pongan en común a la gente, que no haya un clima de enfrentamiento, algo buscado en muchos sectores sociales. Lo que tenemos que buscar como personas, lo que yo busco al menos, es un entendimiento, un encuentro más que una confrontación. El conflicto ya está demasiado presente en el ser humano como para que nosotros le apretemos las tuercas. Hay que poner en común las opiniones, del diálogo surge siempre el cambio.

 

JR- Debutaste en el teatro con Juan Carlos Corazza, ¿qué sensaciones te provocó?

TN- Mi descubrimiento del teatro fue progresivo. Antes de trabajar en el teatro busqué formarme en él. El objetivo del trabajo no es aprender. De Niro decía que si no tienes formación puedes tener la sensación de que te estás perdiendo algo, por lo menos para saber que no la necesitas. Para mí, la formación siempre ha sido fundamental para tener los pies en la tierra, para tener un oficio, herramientas,… Para entender y respetar la profesión ha sido esencial irme formando con un grupo, cometiendo errores en un entorno de aprendizaje donde me sintiese seguro. El debut fue heavy, un impacto grande pero creo que el ir poco a poco, intentar no saturarme demasiado, el tener un espacio sólo para la formación ha sido lo que me ha hecho querer el teatro, estar ahora más a gusto y seguro en el escenario.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

JR- Hablemos de cine, Otoño sin Berlín, una película pequeña con una gran historia y grandes personajes, ¿qué hizo que aceptaste este proyecto?

TN- Más que una película pequeña es una historia pequeña, era una producción bastante potente para la historia que era. Para mí, lo que hace grande la película es que no siempre hay todos esos medios para contar una historia así, algo que me gustaría que hubiese, más allá de que luego tengan un éxito comercial brutal o no, ojalá siempre lo tuviesen. Estoy muy satisfecho de Otoño sin Berlín, fue un reto, tenía muchas ganas de trabajar con Irene Escolar, ella pensó en mí y se lo dijo a la directora. Éramos tres personas de ni treinta años con una historia que contar. Lo que pasa es que detrás había un equipo muy bueno. Cuando me leí el guion, vi que era un personaje muy difícil pero me apetecía. En general, si hay algo que se me mueve al leer algo, me genera un impulso, mucha curiosidad y ganas de hacerlo. Luego, todo el trabajo de guion y de rodaje fue arduo y complicado pero estoy muy feliz de haber estado ahí. Creo que la película ha tenido el mayor recorrido que podía tener para el tipo de historia y las condiciones en las que estábamos.

 

JR- Grabaste tu primera película con once años, ¿cuándo decidiste que querías que esto fuese tu profesión? 

TN- Para mí, La Lengua de las mariposas fue una película casual, por completo. Me gustaba muchísimo el cine pero no era consciente de que existía la profesión de actor. Fue algo importante en mi vida, hubo alguna ocasión de hacer alguna serie pero por consejo de mis padres seguí con mis estudios. Cinco años antes de hacer Mar Adentro, me interesaba la dirección más que la actuación, fue después cuando empecé a compaginar la formación audiovisual con la interpretación. Realmente decir soy actor, fue bastante después. Después de haber trabajado y sentir que tenía un oficio, en el último año de la formación básica en mi escuela, después de una función de teatro -casualmente en el público estaba Javier Bardem-, algo se modificó dentro, pensé, este puede ser mi oficio.

 

JR- ¿Qué ha cambiado desde entonces?

TN- Ha cambiado el que lo viva como un oficio propio, con lo que me gano la vida. Estoy feliz, satisfecho con mi crecimiento, siempre he ido hacia delante, no me he sentido nunca estancado. He tenido la oportunidad de trabajar, aprender y al mismo tiempo ganarme la vida. Ahora me apetece probar más cosas, tengo otros intereses. He tenido la fortuna de que ha habido trabajo y he mantenido mi convicción de trabajar en cosas que no solo fuesen un sustento. Decidí llevar un nivel de vida que me lo permitise. Tengo la sensación de que los trabajos me han servido para algo más que para ganarme la vida porque realmente creo que es un oficio vocacional. Si no fuese algo más para mí, no tendría sentido, haría otra cosa menos frustrante.

 

JR- Dices que no has vivido ningún momento de parón extenso en tu carrera. Si lo hubiese, ¿a qué dedicarías el tiempo?

TN- La música es algo que me interesa, viajar. Este trabajo me lo ha permitido. En el teatro, con Corazza he ido a Moscú, a Chile, México, eso es algo importante para mí. Aprender idiomas. Luego, me interesan otras facetas del cine, las bandas sonoras, el montaje,… No me he puesto a escribir pero también me gustaría crear una historia.

 

JR- ¿Qué historia te gustaría contar?

TN- Pues de momento no la tengo porque si no ya lo habría hecho pero me gustaría encontrar una continuidad en eso, poder generarme mi propio trabajo. Tener cada vez más control en los proyectos. Por ejemplo, en Otoño sin Berlín, me permitieron entrar en el guion, modificarlo, que fuese una historia que esté viva. Tener la sensación de creación. En la formación con Corazza somos como un equipo de cocina que van creando los platos entre varios, eso me gustaría conservarlo, no me veo como una persona que va a trabajar, dice sus frases y se va.

 

JR- Has trabajado con los dos directores más soñados de este país, Amenábar y Almodóvar, ¿qué sentiste cuando te dijeron que habías sido seleccionado?

TN- Recuerdo que cuando me llamaron para Mar Adentro colgué el teléfono, creía que era una broma, mis amigos y mi familia conocían mi pasión por Bardem y Amenábar, eran dos de mis referentes en el audiovisual. Cuando hice Mar Adentro no pensaba en el oficio, recuerdo que cuando hice la prueba, salí corriendo a contárselo a todo el mundo, no esperé ni el ya te llamaremos. Con Mar Adentro no era consciente de lo que estaba pasando, eso jugó a mi favor. Con Almodóvar tuve en cuenta la repercusión mediática, era más consciente de lo que quería. Mar Adentro fue esencial para decantarme, esas personas me generaron mucho interés, quería provocar eso en la gente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

JR- En televisión, te falta por estrenar la serie Apaches, donde haces un pequeño papel, ¿cómo vives el hecho de grabar una serie y no saber cuando se va a emitir?

TN- No lo he vivido directamente pero hay una incertidumbre, una dependencia muy grande de las estrategias de las cadenas, me parece una neura difícil de aceptar, no saber cuándo se va a ver tu trabajo. La voluntad siempre es que llegue, cuantos más ojos lo vean, mejor. Tengo muy claro que mi oficio no es estar siempre en una serie de televisión, no busco eso. Con el teatro tengo una sensación más real entre lo que hago y lo que recibo. Ese éxito masivo de la televisión tiene que ver con todo menos con uno mismo. No tener esa pretensión es una forma de darme paz.

 

JR- ¿Qué sueños te faltan por cumplir?

TN- Me he llevado tantas sorpresas agradables que no hago planes a largo plazo. Me sigue apeteciendo hacer cine, compaginarlo con el teatro, en televisión creo que hay buenas historias,… Y también me apetece trabajar fuera, en otros idiomas, probar en otros lugares. No es tanto por ambición sino porque muchas de las cosas que me gusta ver tienen que ver con la HBO. Siendo consciente de la dificultad inmensa, lo lógico es aspirar a eso. Son el tipo de historias en las que me gustaría estar.

 

JR- En tu twitter recomiendas las obras de teatro que te han gustado, ¿qué te aporta el teatro como espectador?

TN- Me encanta la sensación de estar en un lugar en el que no sabes qué va a pasar, te conecta con cuando eres un niño y vas a ver un espectáculo de magia, esa sensación como actor y como espectador me parece una joya. Busco entretenerme y salir de allí habiendo tenido una experiencia viva. Si me entretienen ya salgo contento, no soy muy exigente, pero si además, me movilizan, es genial.

 

JR- ¿Qué significa para ti subirte a un escenario?

TN- Lo primero que me viene es mucho respeto y admiración. Cada vez que hago una función, recuerdo el respeto y la admiración por las personas a las que admiro, pienso que, salvando las distancias, estoy haciendo algo similar a lo hacen ellos. Me lo tomo en serio, me gusta que tenga una intensidad, una entrega. Intento recordarme lo mucho que me gusta, es una fiesta que me pone muy nervioso, una adrenalina difícil de asimilar pero también un placer. Doy las gracias por poder estar jugando y que me paguen por ello, me recuerdo lo mucho que lo disfruto y la suerte que tengo.

 

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