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Miedo o soltar, ¿quién elige nuestra vida?



Cuatro mujeres, cuatro compañeras de piso, cuatro extrañas, cuatro madres, cuatro hijas, cuatro sentimientos de dolor, de miedo, de necesidad y de angustia. Miedo o soltar es una historia de las despedidas en cuatro partes escrita por Elena González-Vallinas y dirigida por ella misma con la colaboración de Ariadne Serrano. Una función poética con una estructura compleja que obliga al espectador a estar atento para hilar una historia dolorosa. Personalmente, no terminé de completar el puzle pero los sentimientos florecen en el ambiente y eso es con lo que me quedo.


Para mí Miedo o soltar es una obra sobre relaciones humanas donde el decir adiós es complicado, tanto o más que las propias relaciones que se nos plantean. La función podría suceder en un psiquiátrico, como ese lugar al que van las almas que no terminan de despertar, o aquellas que no consiguen soltar esa necesidad arrebatada. Una jaula de locos donde sobreviven recordando su tiempo pasado, que nunca se sabrá si fue mejor, y donde nadie quiere escuchar tu queja. Dejar nuestro pasado atrás o continuar con él, miedo o soltar.


La estructura dramatúrgica diseñada por la autora es complicada, el espectador no llega a hilar cada escena como una única composición. No llego a entender si se tratan de momentos de una misma persona a lo largo de una línea temporal cortada con tijeras y mezclada al antojo de González-Vallinas, algo que intuyo en el subtítulo de la función, o si se trata de diversas escenas con un mismo denominador común: el dolor de la despedida. El montaje lleva un ritmo cierto y efectivo, pausado en su justa medida para hacer llegar al espectador el mensaje poético que nos transmite la función. Juegos teatrales visualmente atractivos, una escenografía potente -vista en algunas ocasiones pero que acompaña con acierto a la propuesta-, y efectivas maneras de enlazar una escena con otra hacen que este proyecto de espectadores atentos no confunda ni descoloque al público.


El reparto que teje Miedo o soltar dirige la obra en una única dirección: la del sentimiento. El problema es que a veces esa intención y esas ganas se ven sobrepasadas por una tensión y una falta de relajación a la hora de actuar. La propia autora se ve tensa en escena y, aunque a nivel emocional está notable, necesitamos mayor libertad en su ejecución. Algo que consigue manejar Berta García. Otro de los problemas que sobresalen es la necesidad de limpieza en los movimientos, necesaria en todos los montajes donde el cuerpo habla tanto. Aun así, las cuatro actrices dominan la técnica, el trabajo hará el resto. Un apunte, creo que sería imprescindible mayor diferenciación entre los cuatro personajes, que el público pueda distinguir con mayor claridad a cada una de las actrices.


Miedo o soltar es una propuesta arriesgada y con personalidad que florecerá con el trabajo, algo que se percibe y se intuye pero que no termina de proyectarse en escena. También tengo que decir que la función a la que asistí tuvo un problema con el sonido que despistó y distrajo a todo el equipo. Salieron indemnes de este impedimento. Enhorabuena.


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