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La Celestina, hechizos, deseo, sexo y un poquito de amor


Volvemos al Teatro de la Abadía, siempre es un placer disfrutar de un lugar tan mágico. Volvemos para disfrutar de su versión de La Celestina de Fernando de Rojas, dirigido y protagonizado por José Luis Gómez. Una propuesta oscura y sexual que destaca el valor de los vicios por encima de cualquier cosa, diseñada para el lucimiento del personaje que da título a la obra por encima de descafeinados momentos de otros secundarios, como el final soporífero, tras más de dos horas y media de función, protagonizado por Chete Lera.


La historia y el desenlace de La Celestina de Fernando de Rojas es conocida por todos así que me centraré en el homenaje que José Luis Gómez le rinde a su protagonista. Más allá de Calistos y Melibeas, cuyas apariciones van perdiendo fuelle a medida que avanza la obra, Celestina es la reina de la fiesta y, como no, de las orgías. Y así nos lo hace notar. Es evidente que Gómez soñaba con interpretar a este personaje y lo ha hecho con ganas.


Es cierto que es complejo aunar la faceta de director y protagonista y ahí intervienen unos buenos ayudantes de dirección imprescindibles. Con esas, Gómez se ha preocupado por darle mayor dinamismo a su personaje que a su obra, que a veces excede en parsimonia y en alargar las escenas. Celestina, entre andaluza y hechicera, puta vieja donde las haya, se apodera del montaje. La interpretación de Gómez es enérgica y dota a su Celestina de una mezcla de señora de bajos fondos y viejo verde. El resto del reparto, entre los que también destacan un Raúl Prieto que hace un cómico Calisto trovador, con ansias de carne de Melibea, loco por sus piernas, y un José Luis Torrijo que aprovecha sus escenas, al igual que Miguel Cubero, cuyas escenas con Gómez son realmente divertidas. El elenco femenino no rebosa la misma suerte pues sus personajes quedan en un segundo plano y en una linealidad poco brillante.


Brilla el diseño de iluminación que, aunque a veces tienda a tapar las caras de los intérpretes, que se pelean continuamente por aprovechar el rayo de luz de los saque de la oscuridad, es interesante el juego que hace del espacio. Brilla menos el vestuario, pues despista la manera en la que mezcla lo contemporáneo con la época de la trama.


La Celestina se acaba, convirtiendo a sus personajes en zombis colgados de una campana andando al ritmo de una saeta sevillana. Se acaba tras casi tres horas de función que no se hacen eternas, y eso ya es un logro. Aún así, una versión donde se eliminasen excesos textuales se hubiese agradecido.


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