La clausura del amor, nosotros no somos así
“Nosotros no somos así”, nos decimos al ver la obra. ¿Cómo podemos saberlo? Nadie puede saberlo. Salgo del Teatro Pavón compungido. Bajo la calle Embajadores destruido. ¿Cómo podemos saberlo? ¿Con qué me quedaría yo? Con qué momentos, con qué instantes, con qué recuerdos,… Pascal Rambert presenta esta obra que, bajo su batuta, enfrenta a Israel Elejalde y a Bárbara Lennie a un duelo actoral, a una guerra, a una batalla,... Increíble.
Isra y Bárbara son pareja, hasta este preciso instante en el que él decide cortar con la relación. Da sus explicaciones, sus motivos, analiza la situación, su realidad, su verdad. Ella escucha consciente de que llegará el momento de responder. No hay prisa. Es un momento único y requiere su tiempo. “No he hecho más que empezar”, aclara él. Y ella respira, traga saliva y recibe los golpes de boxeo que él le da en su alma, en lo más profundo de su ser. No será la única que los reciba. El combate dialéctico acaba de empezar. ¿Quién será el más fuerte?
Hay obras que te marcan un antes y un después. Creo que cómo intérpretes tanto a Elejalde como a Lennie esta obra nunca se les olvidará. Y no sólo por compartir tablas en una situación tan extrema sino por el trabajo que se marcan. El texto de Rambert es duro, bestial, realista a ratos y cruel siempre, arriesgado y difícil de decir y sentir. Y su dirección también. La decisión de crear dos monólogos, como si de una correspondencia se tratase, dos soliloquios, la decisión de permitir que el cuerpo hable con libertad, la decisión crear dardos con las palabras,… Hace más efectivo si cabe su creación dramatúrgica.
En Israel Elejalde está la cabeza y la razón y en Bárbara Lennie, imposible apartar la mirada de ella, se asoma el alma, el corazón y el estómago. La respuesta desde las vísceras es más dura que las afirmaciones racionales. ¿Cómo escuchar todo lo que se tienen que decir? ¿Desde qué punto un actor se enfrenta a este montaje? Intérpretes arriesgados los dos, decidieron apostar por traer en castellano esta obra y ha sido todo un descubrimiento que nadie debe perderse. Nadie debe perdérselo porque encontrarán las palabras nunca dichas y siempre pensadas en la clausura de su propio amor. Porque todos hemos sentido de alguna manera este cierre.
Grandes corporalmente, mirándose a los ojos, el suelo tiembla cuando los dos se acercan, es imposible no ver lo que hay, lo que hubo, una guerra en la que no se puede flaquear, golpes con palabras,… Si la palabra dicha, con esa fuerza, con esa rapidez, con la repetición del que piensa al hablar, del que expulsa lo callado, del que escupe las letras y forma las palabras en el aire,… Si todo esto impacta tanto, igual o más impacta la escucha que vemos en escena. Un trabajo actoral exquisito y donde aparenta no haber mentiras. Es ficción lo sabemos, pero el arte hace que no puedas verlo en escena, que sientas que están ante los cerebros que se hablan.
El día del edificio Dakota convierte a Bárbara e Isra en dos extraños. Dos extraños que ya lo han perdido todo. Bueno, a él le queda su silla de color rosa que recogió de la basura y ese cuadro del niño con mirada absorvente y a ella todos los recuerdos que nadie le puede arrebatar. Y con todo esto, hay que seguir trabajando.