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La madre que me parió, amor incondicional


Fui a escribir una crítica, me salió vampírica. Fui con mi madre, con ella todo es un desmadre. La vi reír, y me alegró a mí. Quería comentarlo todo y yo me escondía en el lodo. Mi madre siempre es así, no puede estar callada, a mí me gusta verle reír, la risa no está sobrevalorada. Y por eso compongo está canción, a la madre que me parió…


Y por eso empiezo así esta crítica porque gracias a la nueva obra dirigida por Gabriel Olivares he podido reírme, una vez más, junto a mi madre. Ana Rivas y Helena Morales escriben esta comedia de madres e hijas que también hace reír a madres e hijos. Situaciones disparatadas en torno a una boda donde vemos que generación tras generación se repiten las mismas frustraciones, sin poderlo remediar.


Una comedia alocada y ocurrente, donde el ritmo está todavía por pulir en algunas situaciones y personajes, como el de Paula Prendes que para demasiado la acción cuando interviene, y donde los personajes vuelan sobre el escenario, sucediéndose entradas y salidas continuamente que dan vida y diversión a la acción. Cada personaje tiene una máscara y un amor oculto que esta noche de boda saldrá a la luz. Una comedia por contraste, contraste entre las amigas, entre las madres, entre hijas y madres y entre ellas mismas, pues todas y cada una han querido proyectar una vida que no sentían propia, y esta noche es una noche para desmelenarse. Todo puede pasar.


Olivares sabe manejar el ritmo de la comedia para que no flaquee en ningún momento y casi lo consigue. Estoy seguro de que durante los pases de vida del montaje -que espero que sean muchos pues lo merece-, todo cobrará mayor soltura y las risas serán carcajadas. Personajes como el de Juana Cordero o Natalia Hernández aprovechan cada una de sus intervenciones y no puedes apartar la vista de ellas. La borrachera continuada y el loco karaoke de Cordero o la sobrexcitación y sinceridad de Hernández son una auténtica delicia. Divertido momento del bimbón, al igual que todos los números donde una acertada selección musical nos invita a movernos del asiento, o ese “veníamos a hablar de mí” que la novia grita desesperada. Risas.


El resto del reparto funciona con corrección aunque tengo la sensación de que los personajes de Prendes y Aurora Sánchez deberían definirse y distinguirse más pues resultan una mezcla sin diluir de otros que están en escena. Así cada personaje tendría su definición clara y exacta. Con un texto cargado de gags que funcionan sobre el escenario, Esperanza Pedreño, Ana Villa, Marisol Ayuso o el único hombre de la escena, el eficaz Diego París, se divierten en escena con la base de ese “nos estamos riendo mucho pero, ya lo pagaremos”. Lo que está claro es que en esta sociedad hay muchas visiones sobre cómo tiene que ser un matrimonio, y las más negativas, se presentan sobre este escenario. También alguna positiva, esa de hacer lo que realmente tu corazón te diga que tienes que hacer. A esa hay que hacerle caso.


La madre que me parió es una obra perfecta para divertirte con tu madre, para sentir que, a pesar de las diferencias, tu madre estará siempre a tu lado, incondicionalmente, pase lo que pase. Y si algo sale mal, siempre puedes echarle la culpa a La madre que te parió.


Puedes disfrutar de este montaje en el Teatro Fígaro gracias al Club YMás y su Bono YMás.



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