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La Isla del Tesoro, chicas y aventuras



Si hay algo que caracteriza a los montajes de La Joven Compañía es su energía y sus ganas. La juventud derrocha esto y es un placer verlo encima del escenario. En esta ocasión, se atreven con La Isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson, versionado por José Luis Collado en base a la adaptación de Bryony Lavery. Su tocayo José Luis Arellano García se arriesga con la dirección otorgando dinamismo y frescura a esta historia de marineros, piratas y aventuras donde la inteligencia recae sobre el lado femenino. Porque “las chicas también necesitamos aventuras”, dicen.


Nunca me leí esta obra de Stevenson. Tengo delito, lo sé. Pero el acercamiento que La Joven Compañía me ha hecho a esta historia, ha provocado en mí las ganas de leérmela. Ese ya es un buen motivo para disfrutar de este montaje. Jim es una chica audaz con ganas de aventuras que regenta junto a su abuela una taberna. Un día, entre ron y pesadillas de hombres de una sola pierna, descubre un mapa de un tesoro. Reunirá a sus vecinos y amigos de mayor confianza y se lanzará a la aventura en busca de un botín que muchos creen maldito. En su aventura, como buen cuento juvenil que se precie, habrá malvados que intentarán arrebatarle su trofeo. Muertes que borran cualquier drama se suceden a lo largo de toda la historia.


La aventura está presente en esta función y, en base a mi ignorancia, siempre estaba la incertidumbre del qué pasará. También está presente la amistad, la lealtad y la madurez. Y la codicia,… Todo lo que es capaz de hacer el hombre por dinero,… por un tesoro. Algo que rige al mundo de antes y de ahora y que hace actual el montaje aunque los tesoros ahora ya no estén guardados en cofres sino en maletines y las islas se llamen petroleras. Arellano ha sabido dotar al montaje de un ritmo ágil rebosado a veces por la energía de los intérpretes y frenado en ocasiones por cuadros más secos que, aunque están diseñados para hacer descansar al espectador, sólo consiguen que éste pierda algo de interés. Lo recupera pronto, no hay problema. Ideas divertidas como la cámara lenta o el parto que realiza la Doctora, interpretada por Yolanda Fernández, cada vez que intenta liberarse de las cadenas que le atan. Los cambios de escena son vivos y el montaje consigue sumergirnos en la aventura que los protagonistas viven. ¿Quién no ha querido vivir una aventura de este tipo alguna vez en su vida? ¿Quién no ha jugado con esta idea en su imaginación?


¿Por qué convertir al protagonista en una protagonista? ¿Y por qué no? Jim se convierte en una especie de Pippi Calzaslargas, audaz y sin miedo, capaz de todo por salir victoriosa de esta aventura. María Romero le da vida y energía, haciéndola brillar y llenándola de matices. Sobre el escenario brillan también Alejandro Chaparro, dignificando esos personajes torpes que siempre salen airosos de las aventuras, aunque nadie sepa cómo, Víctor de la Fuente que realiza una compleja interpretación de Ben Gunn, Nono Mateos, y su malvado sin estereotipos, y Álvaro Quintana, que brilla con un trabajo maduro como Bill Bones. El resto del reparto es eficaz y crecen con la misma energía y agilidad.


La Joven Compañía sigue dando que hablar con sus montajes. Me quedo con ganas de ver sus anteriores obras aunque les seguiré la pista con la siguiente, La Edad de la Ira.


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