Intemperie, dos hermanos desconocidos
Asistimos al ensayo general de Intemperie, un nuevo proyecto que se presenta en el Ambigú del Pavón Teatro Kamikaze, donde nos acostumbran a regalarnos montajes íntimos donde la verdad y la sinceridad se muestran en bandeja. En esta ocasión, Laura Ortega dirige a Andrea Trepat y a Juan Trueba con un texto oscuro de Cristina Redondo.
Dos hermanos se vuelven a ver después de trece años. Sin que apenas pase el tiempo, sus diálogos se mezclan con reproches y descubrimientos. La noche y el día. Dos completos desconocidos. “No te reconozco”, le dice el hermano mayor a la hermana pequeña. Y es que el tiempo y la falta de explicaciones han sembrado la duda en él, ¿qué te hemos hecho?, le pregunta con ansia.
Intemperie es un montaje lineal que, salvo momentos en los que la dramaturgia se rompe y descoloca al espectador, el tiempo pasa rozando a los personajes en una conversación pausada y cínica. ¿Qué pasa con ellos?, nos preguntamos. Poco a poco vamos descubriendo su pasado, su presente y su futuro, que se nos adelanta de forma abrupta. Un texto enigmático donde la información se va dando a cuentagotas, aunque siempre se intuye que una sombra negra ha rodeado durante toda su vida a los protagonistas, sin que apenas hayan podido remediarlo.
Es la primera vez que un ensayo se siente como tal. Somos los primeros que ven este montaje. Los aplausos avergüenzan a Trepat. “Esto es sólo un ensayo. Mañana, mañana”. Y el estreno ocurrió. Y los problemas de iluminación se solucionaron y la tensión y la carga dramática se multiplicaron. La escenografía me resulta poco funcional, aunque no es necesario mucho más, sí es importante que sea práctica. Quizá no sea esa la escenografía final, quién sabe, pero cada vez que se mueve, tememos que los vasos se caigan, aunque puede que todo esté previsto,... ¿quién sabe?
Tanto Trepat como Trueba llevan el peso de la función con soltura, diseccionando a sus personajes y sus sentimientos, descubriendo poco a poco qué pasó entre ellos y que queda de ese pasado que ninguno pudo olvidar, aunque los recuerdos sean distintos para cada uno. Andrea Trepat es enigmática, su fuerza en la mirada lo dice todo y, aunque a veces pueda parecer lineal, todo lo guarda dentro, sólo tiene que sacarlo un poco más, sin miedo. Juan Trueba compone ese personaje que quiere comprender pero no comprende; ha hecho su vida sin su hermana y ahora necesita saber qué pasó. Trueba destila violencia y fragilidad. Ambos parecen que en cualquier momento pueden romperse.
Intemperie nos coloca al borde del precipicio, sin techo ni cielo que nos proteja. Nos coloca ahí y nos deja caer. La directora dice que el montaje cambia cuando es de noche. Habrá que comprobarlo.