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Un chico de revista, ¡viva Lina Morgan!



El género La Revista se marchó por la puerta de atrás. Este tipo de espectáculo pasó de moda. Ya no se llevaban las plumas y las lentejuelas. Ya no se llevaba la exhibición de la vedette, aquella que importaba más cómo se contoneaba que su arte a la hora de cantar. Eso pasó de moda. Un chico de revista rescata durante la primera hora eso tal cual pasó de moda pero nos dedica una segunda parte en la que actualiza el género con unos números más contemporáneos. Y al final, ese homenaje a la más auténtica, ese gracias por venir que popularizó la gran Lina Morgan y que emociona. Juan Luis Iborra dirige con ganas este texto de Juan Andrés Araque Pérez.


Yolanda del Val quiere seguir siendo la que algún día fue. Pero el tiempo pasa para todos y no puede seguir interpretando a una joven veinteañera. Aunque ella no se de cuenta. Rafael, un joven gitano, quiere probar suerte en la gran ciudad y, en vez de en el tablao flamenco que su madre aspira para él, en la revista musical. Sin saberlo, en apenas unos días, se convertirá en el nuevo chico de revista.


Ambientado en la época de Franco, Un chico de revista está impregnado de las ganas de querer proponer algo nuevo a este género pero, sin quererlo, se quedan anclados en lo que un día pasó. Y lo hacen, aunque luego intenten remediarlo, durante más de media función. Y es que el texto lo pide así. De buenas a primeras, parece que nos trasladamos a principios del siglo XX, miro el Teatro La Latina desde el patio de butacas, miro las plumas y colores, miro las lentejuelas y brillos y ya no estoy en 2017. Viajemos en el tiempo. Viajo gracias al Club YMás, que nos incluye este espectáculo dentro de su Tarifa Plana.


El viaje en el tiempo está muy bien, es un lujo y un placer, pero la mirada del espectador de mi quinta está en el ahora, aunque bien puede ser que el espectáculo esté dedicado a un público que sobrepasa los cincuenta, y ese disfruta el género como ninguno. Bien rodeado estaba. Sin embargo, yo valoro más otros números, los que abarcan el cambio en la trama, esos números me hacen despertar y me traen al ahora, donde el cuerpo de baile se luce y demuestra que sabe hacer algo más, algo que yo esperaba. La música, el baile y el cante adquieren otro color. Brillante momento el que protagoniza María Vidal, cuando se quita el delantal del pueblo granaíno y se pone las luces de la Gran Vía. Canciones como Soy muy pequeñito o momentos como el de Es mi hombre son momentos que llenan el escenario.


El reparto interviene con corrección, apostando por las raíces de un género y llenando el escenario de cierta superficialidad que no puede evitarse en este tipo de textos. Con eso, se luce visiblemente Pepa Rus y Andreu Castro, dejando la comedia por todo lo alto. También Amelia Font cumple con buen toque su papel. Cayetano Cabezas sigue avanzando con cada nuevo papel y, aunque la evolución no sea muy grande, cada vez pisa el escenario con más seguridad. Rosa Valenty apuesta por la propuesta y interpreta a la vedette con el espíritu exigido.


Música en directo, que siempre es de agradecer, buenas voces en el cuerpo de baile y el descubrimiento de que un género, añejo para mí, puede tener otro punto de vista. Un chico de revista se queda a medias pero apunta la manera de recomponer y actualizar el género.


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