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Los Justos, historia de un atentado

En un clima sombrío, una luz tenue, arena oscura y sombras se camufla la historia de cinco terroristas. La compañía 611teatro adapta la obra de Albert Camus a nuestra sociedad, treinta años atrás, para que veamos los rescoldos que quedan de una lucha que empezó siendo revolucionaria para convertirse en sanguinaria.


Hablar de ETA en nuestro país es un tema complicado, difícil de tratar y el teatro pocas veces se adentra en este mundo. Pero lo más grande que tiene el arte escénico es la posibilidad de meterte de lleno en una atmósfera en la que duelen las palabras, en la te arañan el alma. La cúpula de una banda terrorista, la organización se autojustifica porque, en contra de lo que podamos pensar, la componen personas. Una justificación que no es más que eso, poner motivos y razones a algo que no tiene perdón. Sin estar dentro de esas cuatro paredes invisibles, el espectador tiene la sensación de querer escapar, un pálpito ante lo que no puedes aceptar. Sobre el escenario escuchamos proclamas terroristas, justificaciones del asesinato, aunque sea el de un político,… y todo esto llama a la negación, no me gusta lo que veo… un rechazo que es positivo en esta función ya que, a pesar de esta sensación, no puedes parar de estar ahí delante, escuchar lo que piensan y sienten estos personajes.


Opiniones dispares dentro de la organización que, por aquella época, finales de los 70, todavía estaba organizándose. Diferentes puntos de vista que engrandecen la mente del espectador. Una cuerda en el centro, que une y ata a los personajes, a pesar de que al actor le incomode más que favorezca. Tierra negra bajo los pies, barro, la mierda en la que están metidos, aunque más de uno se la restriegue por su cuerpo con orgullo y, sobre todo eso, el miedo. Porque todos y cada uno de estos personajes tienen miedo, son débiles, aunque quieran ocultarlo. Eso no les otorga el perdón, pero sí los humaniza, algo que ni siquiera nos habíamos podido plantear.


Y todo esto lo crean cinco actores. Lola Baldrich en estado de gracia, con un doble personaje que la engrandece todavía más. José Luis Patiño rebosa energía y emociona en su breve monólogo frente al espectador. Alex Gadea sigue creciendo como actor y, aquí, sobre el escenario, camina con soltura aunque no llega a explotar al máximo a su personaje. El resto del reparto apoya la historia componiendo personajes con fisuras, aunque Ramón Ibarra desdibuja un teniente que podría haber dado mucho más juego. A crear esta atmósfera también ayuda el diseño de iluminación tan potente que ilustra Juan Gómez Cornejo.


La historia de un atentado, de una banda terrorista, un tema arriesgado. Los valientes siempre ganan. ¿Qué es justo? ¿Es justo matar por una idea? ¿A cuántos y a quienes? ¿Esa es la única manera de conseguir la libertad? En Los Justos escucharéis muchas verdades, las verdades de cada uno, los ideales de cada uno. Verdades e ideales que duelen, que cada uno los valore como quiera.

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