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Déjame ser la sombra de tu perro, mujer contra mujer

Mujeres que se odian, que tienen muchas cosas que decirse, mujeres que se guardan rencor, que viven en soledad aunque estén en una multitud, mujeres que gritan, lloran, se estremecen,… Y entre todas ellas, un hombre, de negro, bajito, con bigote y amante de las manos de mujer. Así se presenta Déjame ser la sombra de tu perro, una historia camuflada de cabaret que se puede ver en las noches teatrales de la Sala Tú.


Un hospital, una psicóloga que debajo de la bata guarda corsé y lencería. Por su consulta, cinco mujeres que cuentan sus traumas, que explotan ante el abismo de la incomprensión, de la falta de afecto, ante el dolor que se enquista y que no cicatriza. Junto a ellas, un hombre que las rodea silenciosamente, que las observa con un aire de malicia, que las toca y acaricia. Y a las dos de la madrugada, en el bloque de pisos donde transcurre la historia, un asesinato. ¿Quién será el asesino? ¿Quién será la víctima?


Este es el punto de partida de Déjame ser la sombra de tu perro. Una obra que se presenta como un cabaret pero pronto te das cuenta que carece de la espectacularidad del mismo. La música, demasiado baja para poder bailarla, es sólo una excusa para enlazar escenas. Raquel Domenech, actriz que interpretaa la médico de Urgencias, no tiene más remedio que bailar sóla. Pero atendamos a las historias. Mujeres enfrentadas. Madre e hija, cuñadas, profesora y alumna, psicóloga y pacientes. Mujeres frustradas. Mujeres que no han podido conseguir lo que quieren y que se muestran constreñidas. Quizá demasiado. Demasiados gritos, demasiada tensión. Aunque es verdad que entre grito y grito, la incógnita del asesinato se mantiene firme y consigue llevar al espectador a un desenlace inesperado. Todo apunta a que el único hombre será el asesino. Su ropa, su actitud y su obsesión por matar mujeres y cortarle las manos le apuntan directamente con el dedo. ¿Se manchará las manos de sangre?


La actitud del reparto es a veces de desconcierto. Se mantienen siempre en escena y cuando no intervienen en la misma no saben qué hacer. Las propias actrices muestran aburrimiento ante la historia central. Y eso se contagia. Quizá la estructura de la obra sea propicia a esto pero alguna entrada y salida del escenario no les hubiese venido nada mal. El propio humor de la obra, que se define como “cruel”, se pierde porque detrás de la escena principal hay cosas que despistan. A pesar de eso, las actrices tienen fuerza y superan con firmeza un texto y una dirección que en ocasiones no les hace un grato favor. La idea es interesante pero hay demasiadas cosas y la mayoría de las veces, menos es más. En Déjame ser la sombra de tu perro se respira energía, se respiran ganas pero eso no es suficiente para llevar al espectador al éxtasis del teatro.

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