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Desde Berlín, el amor roto en mil pedazos

Un grupo musical, Lou Reed, un disco, Berlín, una obra teatral, Desde Berlín. Juan Villoro, Juan Cavestany y Pau Miró se proponen un reto, hacer una obra de teatro con las letras de las canciones de su disco favorito. Andrés Lima, fan incondicional de la misma música, se pone al frente de la dirección. Y Nathalie Poza y Pablo Derqui se funden en una vorágine de sentimientos tan arraigados como sus propios cuerpos. El resultado: Un despertar de sentimientos, de escalofríos y de enajenaciones que hacen remover de la butaca al espectador más frío.


Con propuestas arriesgadas, el resultado final puede ser brillante o un auténtico desastre. Desde Berlín brilla por momentos pero decae en otros. Tiene un inicio interesante, un núcleo muy potente pero cae en un error grave, todo se acelera sin que el espectador se dé cuenta. Cuando apenas los personajes se acaban de conocer, ya han sacado lo peor de sí mismos y se están destrozando el uno al otro. No hay transición. Eso lleva al espectador a un desconcierto momentáneo pero que no le impide adentrarse en una historia de amor tóxica, tumbarse en la cama con los protagonistas y observar de cerca, sentir como ellos y despertar esas pasiones escondidas en lo más profundo de su alma.


Dos personajes que destruyen todo lo que se le acerca. Un preámbulo que te adelanta mucho de lo que va a pasar. Son veneno para el otro, un veneno adicto, tan adicto como la droga que consumen, de la que no pueden escapar. He decidido empezar por lo negativo porque me interesa muy mucho el nudo de la obra, ese momento en el que parece que hubiese un tsunami en escena, una marea alborotada pero controlada a la perfección por Andrés Lima. No puedo sino alabar a una sensual Nathalie Poza, a la que te quieres acercar desde el momento que aparece en escena, no puedes sino entender que Jim se adentre en la piel de Caroline. Desgarradora, Poza realiza un trabajo físico sin miedos, sin vergüenza. Destacar su voz que, como si de una sirena se tratase, te atrapa, te cautiva y te sumerge en un concierto de rock melódico. Pablo Derqui, portentoso, golpea a puñetazos su corazón al interpretar a este ser que se consume al lado de su amada.


Desde Berlín no es un videoclip, aunque a veces pueda parecerlo, no es un musical, pero escuchas música en directo, no es poesía, pero rebosan los versos. Difícil de definir, en sus 70 minutos, te olvidas de las etiquetas. La utilización del audiovisual es muy acertada y muestra aquello que sucede fuera de esa esquina de la habitación. La música, original de Lou Reed o versionada para la ocasión, y sus letras componen una historia de amor hecha añicos, un puzle que el espectador tiene que rellenar ya que hay piezas que faltan. Sin duda, me quedo con una frase que dice Caroline, “Cuántas caras hay que tener para no mostrar mi cara”. El odio, el miedo a ser cómo uno es, a reconocerse dentro de algo inestable de lo que no puedes, o simplemente, no quieres salir. Con todos sus defectos, Andrés Lima vuelve a las andadas. Nos sorprende. Y eso ya es mucho. Caroline y Jim, Poza y Derqui, dos yonquis de amor que viven su vida movidos por sus entrañas, con la música de un disco de vinilo de fondo, guiados por Lou Reed.

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