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Cuando deje de llover, un viaje cansado

Cuando deje de llover es un viaje cansado, con el peso de la lluvia y de las maletas de un pasado que no deja de perseguirte. La obra de Andrew Bovell, representada en España por primera vez, es un puzle que el espectador compone a lo largo de casi dos horas, la trayectoria de una saga familiar que abarca más de 80 años. Una historia contada con saltos temporales y que obliga al espectador a enlazar las ideas y las vidas de cada personaje.


“No tener nada que decir es lo mismo que tener muchas cosas que decir y no atreverse a decir ninguna”, con esta frase del texto repetida en varias ocasiones se puede resumir la esencia de esta familia, unida en el tiempo y en la cobardía. Cuando deje de llover aborda el pasado y el futuro como un único camino inseparable. Las relaciones paterno filiales, el amor, el dolor, el rencor, y la falta de perdón es una herencia legítima.


La historia comienza con un golpe de suerte, un pescado caído del cielo. Este hecho increíble provoca la comicidad de un monólogo contado por Ángel Savín, en un estilo que poco tiene que ver con la obra. Al terminar esta escena, van apareciendo personajes, cada uno con su drama, y rápidamente te das cuenta de que hay algo que los une, son varios personajes representados en diferentes edades. Un entramado interesante pero costoso de entender, sobre todo al ignorar lo que les ha pasado en sus vidas hasta llegar al momento de la escena. A pesar de que es lenta en muchos momentos, Cuando deje de llover es una obra inquietante en su estructura y dramaturgia. Textos y expresiones que se repiten a lo largo de los años, la misma sopa que se comen todos los personajes, el mismo camino circular que recorren, la misma lluvia que está a punto de caer,…


Interpretativamente, destacan sobre todo los papeles femeninos encabezamos por una espectacular Susi Sánchez, capaz de hacer, a ratos, comedia de su enfermedad mental, y Consuelo Trujillo, un personaje duro y sufrido pero muy contenido hacia las entrañas. Muchos personajes, no todos ellos tan bien compuestos, pero que en su conjunto forman un esqueleto de relaciones que no paran de influirse unas a otras.


El escenario, que aparece inmenso a ojos del espectador restándole dramatismo y cercanía, es como una casa familiar en la que los personajes viajan, con tan sólo dos mesas, cuatro sillas y un horno, de Londres a Australia en busca de su pasado para seguir viviendo su presente. Una de las cosas que más llama la atención de Cuando deje de llover es la propuesta escénica. No es la primera vez que vemos un escenario circular, con ojos a todos los lados, pero sí sorprende que la utilización del espacio corresponde perfectamente con la propuesta que realizan, no es una mera propuesta contemporánea. Buen trabajo a la dirección de Julián Fuentes Reta.


Un montaje eficaz que exige un trabajo por parte del espectador. No todo es sencillo en el teatro y todas las historias van a ser contadas con principio, nudo y desenlace. El espectador no puede perderse nada de lo que ocurre en escena y, a su vez, tiene que terminar de colorear los colores que Andrew Bovell va dejando a lo largo del tiempo.

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