Píntame, del color de tu mirada
“Solo quiero querer, sólo eso”. Con esa introducción, la vida de Gonzalo parece destinada a una tragedia amorosa. Pero pronto le cambiará la suerte, aunque poco a poco descubrirá que el amor no es lo único en la vida. Píntame hace una reflexión sobre el arte, el amor y las relaciones afectivas en un triangulo en el que se descubrirán los secretos más íntimos de los protagonistas.
La Sala Nada ofrece esta función a sus espectadores por segunda temporada. Un texto, escrito y dirigido por David Ramiro, que esconde más de lo que aparenta en un principio. Un encuentro “casual” entre Gonzalo y Elena en una exposición de arte donde se muestran los lienzos de ella hará que florezca el amor entre dos almas solitarias. Los dos son pintores, la pareja perfecta, aunque esta situación traerá más de un momento cómico. Una primera cita, como esa que hemos tenido todos, con su nerviosismo y sus silencios, da muestras de que algo puede surgir entre ambos. Y, a partir de ahí, todo se precipita.
La presencia de Diego, compañero de piso de Gonzalo, parece inútil en un principio, más allá de ser Pepito Grillo del protagonista. Pero como suele pasar, nada es lo que parece y Diego esconde más de lo que muestra, algo que va haciendo al personaje más atractivo conforme avanza la función.
Píntame es una obra sencilla, que no pretende ninguna espectacularidad escénica, pero tampoco la necesita. Compuesta por escenas, con oscuros, quizá demasiados, separando cada pincelada de la vida de los protagonistas y con momentos de confesión directa al espectador, que acercan al público a ese piso donde transcurre la mayor parte de la acción, el texto de Ramiro esconde una interesante reflexión sobre el arte y la complicada vida del artista, siempre frustrado y deseando mejorar. “¿Y si no soy capaz de superarme?”, se pregunta Elena.
Elena está interpretada por Adriana Salvo, una actriz con brillo en la mirada y una eterna sonrisa que emociona al emocionarse. A su lado, Mikel Bustamante aporta naturalidad a ese pintor un tanto machista y consigue que el público se enamore de él. Iker Azkoitia, por su parte, mejora conforme avanza la obra y te das cuenta de que sus primeras escenas eran una máscara para esconder lo que realmente siente y padece su personaje. Quizá una máscara demasiado insoportable.
David Ramiro llena esta obra de frases que brillan con luz propia. “La felicidad es la eterna sinceridad de hacer lo que realmente amas” o “La vida es como una paleta de colores, el color que vivas dependerá de la luz de tu mirada” son sentencias que te atrapan y que te obligan a vivir de acuerdo a tus principios y a lo que amas, algo que muchas veces olvidamos por la inercia de la vida. Por eso son imprescindibles personajes como el de Elena encima de un escenario, porque, aunque de una forma un tanto ilusoria, te recuerdan lo que es uno mismo, y es una luz que mira repleta de color, el color del que quieras pintar tu vida.
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