Rinoceronte, la pata que te aplasta sin piedad
El comienzo de Rinoceronte es inaudito, un gato se ha perdido y está entre el patio de butacas. Su dueña, una histérica señora de alta alcurnia, necesita recuperarlo. El resto de personajes le ayudarán a buscarlo. Y el público también, porque no. Rinoceronte es una de las obras cumbres de la bibliografía de Eugene Ionesco, uno de los reyes del absurdo, que se convierte en casi realista en los tiempos que corren, las modas, las redes sociales, las nuevos líderes de poder,… muchas patas que te aplastan para tan sólo un animal.
Ernesto Caballero ha elegido este texto de Ionesco como primera puesta escénica de esta temporada en el CDN y resulta una propuesta innovadora ya que el absurdo es uno de los géneros menos tratados en la cartelera, quizá porque es menos atractivo para el espectador de a pie. Que el teatro público escoja esta propuesta me parece todo un acierto. Para su puesta en escena, Caballero ha escogido a un amplio elenco artístico encabezado por el gran Pepe Viyuela, que dibuja un Berenger como un héroe de la calle, que pasa desapercibido pero que se convierte en el último ser humano de una sociedad aplastada por rinocerontes.
La obra sorprende al espectador con una primera media hora extenuante. Con un ritmo vertiginoso, la escena transcurre alrededor del espectador, haciéndolo sentir partícipe de la acción, incluso llega a oler la áspera polvareda que levanta el mamífero. Sin embargo, a medida que avanza la obra nos vamos encontrando con escenas más pausadas, largas y tediosas. Una triste continuación para un gran inicio.
Ionesco escribió esta obra como una muestra del poder del fascismo en el ambiente posterior a la Segunda Guerra Mundial, visiblemente marcado en el momento en el que todos los rinocerontes votan en una urna electoral. Hoy en día, nos quedamos con otros tipos de totalitarismos y la obra llega a entenderse igual. Quizá el fenómeno masa, la serielización que nos convierte en borregos, más que en rinocerontes, puede ser una de las múltiples aplicaciones que cada espectador puede encajar a su gusto y percepción. Lo que sí está claro es que Rinoceronte, más allá del absurdo de la manera de tratar el tema, es actual e irremediablemente realista.
A Pepe Viyuela lo acompaña un reparto amplio de actores, entre los que destacan Fernando Cayo, impresionante su transformación a rinoceronte aunque con un truco demasiado evidente para el espectador, Mona Martínez, protagonista indiscutible en el inicio, y Janfri Topera, único ya en este tipo de personaje de tierno bruto chapado a la antigua. Fernanda Orazi hace un papel correcto pero resulta poco creíble al lado de Viyuela, fallo en la elección de casting más que en el trabajo actoral, el mismo fallo que comete Woody Allen en las películas que protagoniza, no te digo más.
Así que nos encontramos con una inestable dirección de Ernesto Caballero que acierta en la elección pero falla en las escenas largas, fácilmente acortables. Impresionante escenografía que arropa al espectador y lo eleva hacia el trono presidido por un Rinoceronte, un cuadrúpedo que aplástará a toda la humanidad.