Demencia, el hijo que nunca olvida, aunque perdone
Dos hermanos casi desconocidos se encuentran por un motivo común: su padre. Demencia es una obra dirigida y escrita por Andreu Castro en la que una historia triste es motivo de comedia. Con una escenografía inexistente, los actores realizan un trabajo solvente en el que, detrás de las risas, a sus personajes siempre les queda un trasfondo de frustración y decepción por la vida que les ha tocado vivir.
Una llamada de teléfono. “Su padre ha pintado las paredes de su habitación con sus excrementos. Su padre tiene demencia senil y no podemos mantenerlo aquí en estas condiciones”. Para Elena y Dani es un gran esfuerzo hacerse cargo de su padre. ¿Qué hacemos con papá? ¿Se merece nuestra atención después de que nos abandonase años atrás? Sobre esta base, Andreu Castro teje un viaje a lo largo de las vidas de los protagonistas, basándose en una idea libre a partir de un texto de Tamara Jenkins. Un padre hiriente, con una violencia verbal exhausta, aunque no sin esconder verdades como puños detrás de su amargura. Llamar inútil a un hijo puede ser cruel pero quizá sea un buen remedio; sus vidas están estancadas y este insulto puede ser el motor para que sus conciencias se restablezcan y giren hacia un nuevo rumbo.
Carlos Olalla, Rebeca Ledesma y el propio Andreu Castro protagonizan esta comedia de viajes y descubrimientos. Demencia te hará reír, el público aplaude incluso entre escena y escena. Este drama familiar, de parientes desconocidos donde el reproche es la única palabra que existe, contagiará al espectador de un sentimiento de empatía irrefrenable. Humor negro, “road movie”, recuerdos, olvidos y perdón. Todo esto entra en un viaje desde Finisterre hasta Barcelona, donde el fin del mundo nunca ha estado tan lejos.
Rebeca Ledesma tiene fuerza y comicidad en el escenario, sus ejercicios de papada antes de dormir o sus chillidos para relajarse son motivo de carcajada constante. Carlos Olalla consigue que el espectador le coja cariño a un personaje que en un principio puede resultar odioso. Por su parte, Andreu Castro se enfrenta al texto, dirección e interpretación con solvencia. Agradecida aunque breve la colaboración de Jesús Noguero, un actor que suele acertar en todo lo que hace. El público pide más de su personaje. El trabajo actoral es notable, sin grandes aspavientos interpretativos pero eficaz. Sin embargo, el montaje resulta pobre, el único elemento escenográfico, una tela para proyectar paisajes y otras imágenes, está arrugado y dificulta la visión, lo que demuestra poco cuidado en este terreno. Por otro lado, los oscuros que separan las escenas resultan eternos, tiran al vacío el ritmo de la función, y más cuando te das cuenta de que tras el oscuro nada ha cambiado, que no hay motivo para esa larga duración.
En Demencia, el espectador empatizará con sus protagonistas, sentirá a través de la risa cruel el pánico a que tu mente olvide a tus seres queridos y compartirá la ternura por tres personajes que viven una vida frustrada por cobardía. A pesar de todo esto, esta función no logra ser lo que podría ser porque además de la interpretación y una historia más o menos cuidada, hay otros elementos que no se pueden olvidar.