La piedra oscura, remordimientos que te golpean el corazón
Hablar de Federico García Lorca es hablar de un ser especial, privilegiado en su alma y en su espíritu, una luz que brillaba en las sombras de la guerra que lo exterminó por su pluma manchada de un mensaje demasiado liberal para los nacionales. Ese ser especial es el que nos presenta La Piedra Oscura en las palabras de Rafael Rodríguez Rapún. Escuchar ese sollozo, ese canto al amor, esa ensoñación, ver esa mirada de asombro al describir a Lorca es, de alguna manera, una forma de conocer a un escritor que nunca debió ser fusilado, porque con él se fusilaron las ideas y las palabras de muchas obras de teatro y poemas que podrían haber sido escritas.
Alberto Conejero escribe La piedra oscura en un intento de aclarar la imagen del último amante de Lorca y con la idea clara de revivir la memoria colectiva sobre todos aquellos que, a día de hoy, todavía se encuentran tirados en una cuneta. Un texto que utiliza lo real para contar una ficción: el encuentro del doliente Rapún con su guardián, un joven que ronda la mayoría de edad que, con un fusil y una cruz en el cuello, lo único que quiere es que no haya problemas en la habitación de hospital que custodia. El argentino Pablo Messiez dirige esta puesta en escena que está cargada de silencios y palabras expulsadas con metralla, las palabras que no pueden quedarse en el olvido, los remordimientos que golpean el corazón del preso, temeroso de que este encuentro protagonizará sus últimas horas de vida.
“Espero que La Piedra Oscura encuentre cuanto antes su lugar en los escenarios teatrales porque su mensaje es necesario en una España donde, vergonzosamente, todavía yacen en cunetas más de 100.000 víctimas del fascismo, entre ellos el desaparecido más célebre de todos”, así habla de La Piedra Oscura Ian Gibson, quizá el autor histórico que más sepa de Lorca. Recojo estas palabras porque son necesarias y porque su deseo se ha conseguido en la Sala Princesa del Teatro María Guerrero. Una sala recogida donde Daniel Grao y el joven Nacho Sánchez establecen un duelo de titanes donde al final lo que reina es la ternura, la compasión y el miedo por un destino cargado de balas.
Ambos intérpretes se lucen por momentos, Nacho Sánchez es un descubrimiento, realiza un trabajo que nada tiene que envidiar al más que reconocido Grao. El público empatiza desde el primer momento con su soldado. Miedo, desconcierto, compasión, por momentos no importa quien lleve el arma en sus brazos, a veces la palabra y la verdad puede más que una escopeta cargada. “Federico, siempre Federico”, con estas palabras recuerda Rapún a quién fue algo más que su amigo. Los remordimientos duelen y en sus últimos minutos necesita que su vigía le prometa que cumplirá con su último juramento a Federico: Salvar tres obras de teatro y unos poemas escritos por Lorca. Con esto, Rafael conseguirá ir en paz y recibir el perdón por haber abandonado en sus últimos días a su amigo amante.
La Piedra Oscura merece ser vista, un texto magnífico, con toques de thriller, un ritmo in crecendo y que deja al espectador con la lágrima a punto de caer. Un mensaje que responde a las últimas palabras de Rafael. “Nadie puede desaparecer del todo”. Donde quiera que estés, no has desaparecido, te tenemos en el María Guerrero.