Selfie, ¿todo vale en el arte?
Selfie es una comedia escrita y dirigida por un gran espectador de teatro, Alberto F. Prados. Como espectador y crítico, cada uno tiene sus gustos y aquí Prados ha sabido dejarlos claros a la perfección. La comedia extravagante, los personajes claros y directos, la sorpresa final o el humor gay y televisivo son claros exponentes en Selfie. El argumento inicial de la obra y eslogan de la misma, “¿qué pasaría si tu madre tuviera un novio veinteañero?”, se diluye en un vaso lleno de alcohol, cuernos e intereses.
La presentación de Selfie es sencilla. Dos hermanos más intrigados que preocupados porque su madre se ha echado un novio veinteañero. En un parque, conversan mientras ven a sus hijos jugar. Gran guiño al público cuando bautizan a dos espectadores con el nombre de sus pequeños. A mí me tocó ser Jimena, lo disfruté. Selfie está organizada a base de conversaciones. Entre los hermanos, entre madre e hija, madre e hijo, madre y amante, amante e hijos,… Un sinfín de combinaciones que Prados explota sin dudar. La escenografía, un simple banco de madera también está utilizada a su antojo, lo mismo es un banco en un parque que un sofá o una cama.
Selfie no hará pensar al espectador a lo largo de la hora y media de función, provocará risas con una comedia sencilla, no demasiado inteligente pero que tiene su público fiel y que se divertirá en la Sala Azarte. Humor de Telecinco, humor de cabalgata del Orgullo Gay, humor simplista pero humor al fin y al cabo. Y eso es lo que interesa.
Los cuatro intérpretes que dan vida a esta historia son bastante variables. Personajes estereotipados que son fáciles de ver a simple vista. Sergio Pozo esboza un gay de camisa de cuadros y pareja estable, con miedo a perder su vida estable. Miriam Benoit, expresiva donde las haya, es una chica miedosa y con poca cabeza. A Amalia Hornero la podría definir como una actriz folclórica, con poses de diva y voz de La Lirio, mientras que con Ventura Rodríguez tengo una cosa clara: al director le gusta más su cuerpo que su interpretación. Muestra más que habla y, aunque su personaje es bastante original y un exponente claro de hasta dónde puede llegar nuestra sociedad tecnológica y artística, lo luce con abdominales, camisetas de tirantes y músculos firmes. Aunque me parece demasiado superficial, tampoco está de más deleitarse de vez en cuando.
En fin, Selfie te hará reír, te hará pasar un rato divertido, aunque la risa suene a conocida. Una puesta de largo de Prados como director y dramaturgo que hay que pulir pero que apunta maneras. Un punto a favor, sorprende hacia el final, lo que podría ser una combinación de conversaciones sobre cómo sacarle provecho a la herencia artística de una madre pintora, esconde algo más, el personaje de Hornero mantiene oculto un secreto que sorprenderá al espectador, tras descubrirlo el público verá a esta mujer de otra manera. Cuando muestras tanto es porque escondes algo, ¿qué será? Vayan a verlo. Por cierto, la música de bienvenida de María Villalón, todo un acierto, adoro su voz y dulzura.