Un balcón con vistas, con vistas al exterior
“¿Quién no finge para gustar a la persona que quiere?” Está claro que en las relaciones de pareja hay que adaptarse el uno al otro pero los cuatro personajes de Un balcón con vistas mienten, ocultan, disimulan y esconden tras las cortinas del balcón principal de su piso los verdaderos trasfondos, inquietudes y manías de su persona. El Pequeño Teatro Gran Vía acoge esta comedia después de triunfar en el Sol de York. Laura Molpeceres escribe y dirige esta sencilla reflexión sobre la pareja y sobre uno mismo.
Un balcón con vistas es una comedia ligera, sencilla y sin grandes aspavientos, una comedia que entretiene y que deja una pequeña reflexión en el aire. ¿Somos nosotros mismos con nuestra pareja o intentamos ser su hombre (o mujer) perfecto? Su mayor defecto, el final es demasiado evidente. Más o menos a mitad de la función sabes cómo va a acabar y aunque hay algunos momentos en los que la cosa puede cambiar, finalmente y, aunque no se muestra –decisión acertada-, acabamos dando en el clavo.
Cris está obsesionada con la limpieza, con las huellas dactilares en la mesa, con los zapatos en el parquet, con sus pececitos Pili y Mili, con el orden de las cosas,… Lo acaba de dejar con su novio de seis años y busca compañero de piso. Diego es psicólogo, tiene las mismas manías que Cris y también está buscando piso. La cosa se complicará cuando el ex de Cris, Abel, chico ingenuo y charlatán, llegue al piso a recoger sus libros, y Luna, la novia de Diego, se presente en el salón por sorpresa.
Cuatro actores jóvenes que están despuntando. Con Maggie Civantos nos emocionamos en ¿A quién te llevarías a una isla desierta? y aquí nos hace reír. Civantos tiene algo que me gusta, aunque teatralmente le falte un poco de fuerza y energía, irradia un destello que cautiva al espectador. David Tortosa esconde algo dulce en su Abel gañan. Rubén Martínez, quizá demasiado tenso en escena, mejora con la obra y Cristina Soria es un soplo de aire fresco para reavivar la historia. Divierte al espectador.
En Un balcón con vistas ninguna pieza encaja en el puzle que debería encajar. Dos parejas imperfectas que se encuentran casi por casualidad y que poco a poco irán descubriendo lo que no le gusta de cada uno. Molpeceres ha creado un texto sencillo, casi podría pecar de simplista pero entretiene y consigue que el espectador se adentre en la vida de estos cuatro personajes, en el revuelo que se monta en el piso hiperordenado de la protagonista. En esta ocasión, nos asomamos al balcón para mirar hacia adentro, hacia las cuatro paredes de un piso que tiene el cartel de Se alquila. Un balcón con vistas podría tener más giros dramáticos, sorprender más al espectador pero consigue el objetivo que busca, entretener al público, que se ría y que se lleve una idea a casa: Sé tú mismo, con o sin pareja.