El diario de Adán y Eva, amor y nostalgia
El Diario de Adán y Eva es, como su propio nombre indica, un diario y, como tal, se guardan anécdotas diarias, momentos memorables y sentimientos. Con el paso del tiempo, al leer este diario, sólo queda la nostalgia de los instantes vividos y de las personas que nos acompañaron en nuestro caminar. A este diario le acompaña un homenaje a la radio de toda la vida, la tradicional, la radio que reunía a toda la familia en casa y se convertía en todo un espectáculo. Ana Milán y Fernando Guillén Cuervo respiran el aire radiofónico y sus voces se convierten en melodía. Miguel Ángel Solá encamina el amor que fluye en el escenario.
Hay obras que sin saber por qué te llegan al corazón, te despiertan esa lagrimita que estaba en lo más profundo de tu alma y sale a flote. Con esta obra me he dejado llevar, me he dejado llevar por la presencia arrolladora de Ana Milán y por el corazón casi marchito que muestra Guillén Cuervo en su Felipe anciano. Cuentan los dos que no querían que se perdiese este texto de Mark Twain y menos mal que lo han recuperado porque es toda una delicia.
El texto se divide en dos completamente. Dos estudios radiofónicos que recogen dos épocas y dos estilos. Por un lado, el serial, donde se plasma una historia del Edén muy diferente a la imaginada o ilusionada. Y, por otro, la entrevista, dos voces, la de ese hombre con más de cien tonalidades que ponía voz a Adán y la de la hija de aquella diva que prestaba su corazón a Eva. El serial es divertido, original y nos aporta un punto de vista muy anodino sobre ese encuentro y esa convivencia, sobre el pecado original y el origen de las cosas. Sobre todo, el origen del amor. La entrevista es inquietante, inteligente y sabia. Volando encima de estas dos cosas está la nostalgia.
La nostalgia de recordar a esa mujer, amada por ambos que recuerda a ese tipo de personas únicas que nunca conociste pero de la que todo el mundo habla. Quizá esto es muy personal, pero no pude evitar acordarme de mi abuela, nunca la conocí pero cuando hablan de ella, hablan de la manera en la que hablan de Catalina, con dulzura, con amor y con ese punto de ejemplaridad y de honor al haber podido estar a su lado.
En El Diario de Adán y Eva, el escenario se rompe al pisarlo Ana Milán, una presencia eclipsante y una voz única, divertida y emotiva en su justa medida. Fernando Guillén Cuervo está genial en el papel de Felipe anciano y algo menos conseguido sus momentos de Adán. Aún así forman una pareja donde el amor fluye por los cuatro costados y donde la química no hay ni que buscarla, está.
Inevitablemente el sentido de la vista puede por encima del resto, pero esta obra puede ser perfectamente escuchada y llevarte la misma impresión. Ambos intérpretes realizan un juego de voces exquisito y convierten el escenario en un homenaje a la radio y al origen de la interpretación, donde los sentimientos irradiaban a través de las ondas radiofónicas. Como siempre, me quedo con una frase, “A la gente no le gusta escuchar la verdad, se conforma con menos”.