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Hasta la menor duda, ¡qué profesión!

Llegan a Madrid con energía, Gina Escánez y Paqui Montoya presentan Hasta la menor duda dirigidas por Juanjo Macías. Llegan guerreras, tanto o más que esa vez que vinieron a pelearse en De buena ley. Historias de actrices, de mujeres que tienen que dedicarse a miles de cosas más que a su profesión para sobrevivir, pero lo hacen con alegría, sobreviven y hacen un homenaje a esas actrices de teatro que son las grandes olvidadas de la interpretación.


Dos mujeres sevillanas pisan el escenario con fuerza. Se presentan, son actrices. Pero hoy no vienen a recitarnos versos de Calderón de la Barca sino a vendernos… ¿su talento? No, hoy nos venden cosmética. Es su manera de decirnos que, aunque tengan que vender productos de belleza en los que ni ellas mismas confían o artículos de sex shop, seguirán luchando por una profesión que, a pesar de todo, es la que las mueve por dentro.


Estrafalaria Producciones presenta un texto ágil, divertido y cargado de experiencias vividas. Un cabaret de teletienda que con una sencilla puesta en escena crea complicidad con el espectador. Las actrices se acercan, hablan con el público. Canciones originales y coreografías de azafata de vuelo. Una hora en la que, sobre todo, se sentirán identificados dos tipos de espectadores, los actores y las mujeres.


Hasta la menos duda es real como la vida misma. Dos amigas que han sufrido fatigas y alegrías, dos actrices en apuros se sinceran con el público, sus fallos, errores, aciertos, sus inseguridades, todo esto con una honestidad digna de premiar. Gina Escánez, mi maestra e iniciadora en este mundo del teatro, es un espejo de su interior, muestra lo que siente y lo comparte con el espectador. Paqui Montoya tiene la comicidad por bandera, su voz rota es su seña de identidad. Ambas realizan un trabajo generoso que provoca una complicidad entre ambas que se transporta en buen rollo a los corazones del espectador.


Sin embargo, tras ese maquillaje que venden nos encontramos con una queja repleta de dignidad. Sus malas experiencias, sufrimientos y su lucha diaria, aunque se cuente entre risas, esconden una verdad desconocida por muchos y conocida por pocos, por aquellos que se pelean diariamente consigo mismo, con su familia y con su entorno por querer pertenecer a una profesión bendita en el éxito pero sacrificada y cruel en el anonimato. Todo eso se refleja en el momento más duro de la obra, un striptease que duele, duele mirarlo porque sabemos todo lo que esconde detrás. La cal y la arena de una profesión adictiva.


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