Ascensión y caída de Mónica Seles, una tenista
Juego, azar, tenis, intercambio de intereses. La pelota de la suerte va de un campo a otro igual que el público de esta función va cambiando de pista en la Casa de la Portera. Mónica Seles, tenista que apuntaba a lo más alto en el mundo de la raqueta, vió frustrada su carrera por culpa de un apuñalamiento. Nunca volvió a ser la misma. Víctor Velasco lleva a escena este texto de Antonio Rojano que promete aunque al final te deja con la miel en los labios. Un thriller sentimental en el que poco a poco el autor te va dejando ver los porqués de cada personaje, enclaustrados en la piel de Rocío Marín y Nerea Moreno.
Dos mujeres. Lucha de titanes. Bueno, mejor dicho, tres mujeres, dos épocas. Candela y Estefanía comparten mucho más que la relación de clienta y peluquera. Un fantasma del pasado que, sin que nos demos cuenta, estará siempre presente. Ascensión y caída de Mónica Seles viaja años atrás como si fuese un flashback para poder entender que tienen en común estas dos mujeres. La hermana de Estefanía, Mónica, era profesora de tenis de Candela -las mujeres de dinero tienen que perder el tiempo en algo-. Testadura e inaplicada. Las clases de tenis se convierten en un juego de finanzas apto sólo para entendidos.
Una obra en la que el público se sentirá en muchas ocasiones extrañado, dudando hacia donde nos quiere llevar el autor con esta historia. El monólogo inicial de la tenista despista, no te lleva a ningún lado y me pierdo en el objetivo de la protagonista, en qué nos quiere transmitir. Rojano y Velasco, autor y director, acompañan al espectador a un viaje de emociones y sensaciones desconocidas, le obliga a preguntarse, a crear su propia historia… Lo negativo de esto, que las expectativas de avance de la trama se quedan en nada. La aparición de un fantasma del pasado, real o imaginario, hace que un desenlace factible e interesante se quede en la mera imaginación de la empresaria y el público se pregunte, ¿tanto para esto? Aún así me parece todo un acierto un texto que habla de la crisis económica y social en nuestro tiempo casi sin que apenas nos demos cuenta. Una consecuencia de la especulación inmobiliaria y del intento de ascensión de las clases más poderosas pisoteando a los más desfavorecidos.
Rocío Marín, a la que pudimos destacar en Cuento de invierno en Nave 73, vuelve a crear dos personajes, esta vez con un aporte muy interesante. No hay caracterización física, ambas son hermanas y la construcción parte sí o sí de la actriz. En este sentido, muy buen trabajo actoral de Marín. Tiene fuerza y energía, pero la pierdo en sus momentos de escucha. Sus reacciones, a veces inexistentes, son extrañas y a veces su perplejidad nos despista. Nerea Moreno, a la que también hemos visto anteriormente, en este caso, en Haz click aquí, vuelve a interpretar un personaje superficial e incoherente, aparentemente, ya que en este caso su mundo interior se deja oculto al espectador durante gran parte de la función, para romper como un estallido de miedo y terror.
Un juego de luces interesante, aprovechando al máximo el espacio que le propone La Casa de la Portera, y un juego de espacios necesario por la dirección propuesta pero que obliga a mudar al espectador de habitación según la escena, lo que hace que salga de la función y que cada vez más le cueste volver a entrar. Ver Ascensión y caída de Mónica Seles de un tirón tiene que ser mucho más intrigante y apasionante.