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Los restos de la noche, sueños y pesadillas

Normalmente no me gusta leer la sinopsis del programa de mano porque hay veces que te desvelan más de lo que te gustaría conocer. En Los restos de la noche, lo leí. ¡Y menos mal! Es muy útil para entender el camino por el que Yolanda Pallín quiere llevar al espectador. Una obra donde los sueños son pesadillas y donde el amor se convierte en paternal. Con tintes de corporalidad, casi metidos con calzador, el texto de Pallín se convierte en sufrido, abstracto, sensitivo y a ratos tedioso. Carlos B. Rodríguez y Tino Ramírez dirigen esta obra donde la mujer es la principal protagonista.


En Los restos de la noche podríamos hablar de la liberación de la mujer, del sometimiento voluntario al marido y de la ruptura de esa forma de vida a favor del hombre. Pero no me quedo con esa sensación. El hombre en esta obra se convierte en impulsador de la huida, anima a la mujer a salir de su casa, a conocer gente, a estudiar… Quizá no de la manera más altruista pero la anima al fin y al cabo. Además, la liberación no parece voluntaria. Una rata bajo la cama hace que salga de su casa, sola, y en la calle conoce a otra mujer que, entre embrujos y cannabis, le abre los ojos hacia el mar. Sólo en el último instante será ella la que tome la decisión final, pero para mí es demasiado tarde.


Tomando como base esta línea argumental, la propuesta de dirección me parece compleja al igual que el texto. No presenta un argumento concreto y directo. Esto a veces puede ser interesante ya que obliga al espectador a estar alerta, activo pero aquí despista más que despierta. Tres cuartas partes de la obra están destinadas a mostrar la angustia permanente de la protagonista. Cuando la mujer de rojo entra en escena, la función toma un tinte más cálido, más llevadero pero, vuelvo a repetir, ya es demasiado tarde como para enganchar al espectador. Una propuesta arriesgada, valiente pero que no convence.


El elenco defiende el texto con entrega. Destaca un reparto femenino audaz. Nini Dols lleva el peso de la obra de una manera notable, pero le pesa un recorrido sentimental repetitivo y sin evolución durante casi toda la obra. Hay poca distinción entre sus angustias. Sin embargo, nos alegra verla reír en escena. Su mujer sumisa, antisocial y miedosa se deja llevar gracias al personaje de Lucía Esteso, que anima la función e incluso nos hace sonreír en algunos momentos. Carlos Rodríguez, el marido, que también firma la dirección junto a Tino Ramírez, está correcto en sus intervenciones, destacando sobre todo en la escena de la camisa. Por su parte, Jesús Rodríguez, muestra demasiado y tiene un tono similar todo el tiempo.


Acompañados de elementos escenográficos poco manejables –cuando ellas están solas le cuesta llevar las maderas de un sitio a otro-, Los restos de la noche promete un tema interesante, la liberación femenina, pero se pierde en el camino con decisiones poco acertadas que lo único que hacen es despistar al espectador. El parto de una virgen, flechas y golpes en una discusión lanzados sin dirección, escenas sexuales que no llevan a nada ni nos dicen nada,… Me quedo con una frase, “tengo miedo pero me gusta”… Espejo de aquellas cosas que nos daban miedo pero que finalmente nos alegramos de haber hecho.


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