Smartphones, pequeña y menuda lección del absurdo
Hay obras que te emocionan, otras que te provocan carcajadas, algunas que te perturban, están las que te embelesan, te aburren, te causan somnolencia, las que te incomodan,… Y luego hay obras como Smartphones que ganan al espectador por curiosas y ocurrentes. Smartphones es breve, no llega a la hora de duración, incluso en el propio programa de mano se define como una “farsa de bolsillo”, pero toda ella es una clase magistral de teatro del absurdo de Becket o Ionesco. Aparentemente normal si obviamos la introducción, poco a poco va despertando la alerta hacia momentos de absoluta absurdez que dejarán perplejo al espectador.
Una introducción brillante. donde el propio director, Carles Harillo, se pone la falda y el delantal para, con el telón echado, cantarnos “Donde están las llaves”… Risas y carcajadas que volverán a despertarse con cada aparición estelar de este extraño personaje. Con este director, no es de extrañar que la función tenga ideas de dirección tan ocurrentes como extravagantes, pero todas ellas son un acierto y un lujo para el espectador. La historia en sí no es gran cosa, un Esperando a Godot donde el árbol central se sustituye por los cuatro móviles de los cuatro protagonistas. Cuatro compañeros del colegio que esperan a que llegue el quinto que los ha citado en su casa. ¿Llegará? ¿No llegará? Las actualizaciones en Facebook y Twitter dicen que está en camino… Habrá que ver la función para ver camino a donde va su Godot particular.
La obra es una crítica audaz y mordaz en clave de humor del enganche que tiene el ser humano a los móviles, las redes sociales y demás aparatos de comunicación que nos han hecho perder por completo el tú a tú de las relaciones sociales. Teléfono móvil en mano –el fijo sólo es para llamadas de telemarketing- los protagonistas de la función hablan por whatsup tanto o más que a la cara de los demás y tiemblan sus corazones cuando se les acaba la batería o su teléfono cae al suelo. Una tragedia.
Otros recursos originales son las acotaciones en off o las llamadas, mensajes o actualizaciones que se realizan sin efectos de sonidos, son los propios actores sin disimulo los que entonan ese ring o esa música. Los momentos en los que los propios personajes advierten que están en una obra de teatro, la aparición de la cuarta pared, las botellas de whisky, vozka o tequila, los hijos en China,… Muestras todas y cada una de la sociedad deshumanizada en la que nos hemos convertido.
Cuatro actores que, sin destacar ninguno sobre el otro, realizan un trabajo eficaz al servicio del absurdo. No puedes pretender ser orgánico ni naturalista, los personajes son así y así hay que defenderlos. Y tanto Fanny Gautier, como Rodrigo Poison, Mónica Requeiro y Javier Ruíz de Somavia defienden sus personajes con decisión. Una obra idónea para los amantes del absurdo, que no pretendan buscarle sentido a todas las cosas que ocurren en escena (¿por qué esos temblores? ¿descargas eléctricas?), o para aquellos espectadores abiertos de mente que se encontrarán una historia cotidiana contada de una manera nada cotidiana.