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La ciudad oscura, el escritor y sus miserias

El escritor escribe y de alguna manera u otra siempre se deja llevar por su pasado, su presente o su anhelado futuro. En La ciudad oscura, Antonio Rojano hace que su protagonista, un escritor divorciado y con una hija, escriba su propia obra en la escena. El espectador ve cómo se desarrolla, cómo el autor fluye con sus personajes, sus dudas, las palabras que no salen,... Todo eso que trascurre en la intimidad del autor con su portátil, aquí lo disfrutamos, lo imaginamos y lo soñamos. Todo esto va aderezado con un poco de historia, de periodismo y de política.


“Escribir es jugar, jugar con la realidad y la ficción”, esta frase del texto de Rojano es muy significativa para la obra que compartimos. Dividida en cinco partes, narra la vida de un escritor que escribe una historia policiaca de intriga, conspiración, terror y parapsicología. Paco Montes dirige esta función con seis actores donde a veces la realidad y la ficción se mezclan en la cabeza del propio autor y, por tanto, del espectador.


Con una oscuridad aplastante, el escenario es iluminado por una única linterna. Un prólogo, titulado El terror, que nos presenta a un par de parapsicólogos que investigan sucesos paranormales. A continuación, el escritor se ilumina y entra en escena. Estamos ante una obra metateatral pero diseñada con un gusto exquisito. El autor vive con sus personajes -de hecho, él da vida a uno de ellos-, afecta a la acción, le da unos guantes a la inspectora Vega, el móvil al inspector Nieto,… Junto a él, su hija le sirve de diccionario y de eterna cuestionadora de la trama. Exige una historia de amor que en el caso de que su padre no quiera escribirla, lo hará ella. Montes ha tratado el texto de Rojano con fidelidad, creando una atmósfera de intriga donde el espectador se convierte en un investigador más, intentando descifrar el puzle que los autores nos presentan. La historia sobre el 23-F es rocambolesca, ese nuevo asalto al poder, con incendio del Congreso de los Diputados incluido, inquietante… pero eleva la duda del público sobre si todo esto podría ser posible. A Antonio Rojano, al que ya vimos escribir Ascenso y caída de Mónica Seles, le gusta inspirarse en algún hecho real para adaptarlo a su ficción, a su realidad e imaginación. Bravo por su manera de escribir. El tándem con Paco Montes consigue mantener al espectador en vilo, intentando no perderse ninguna palabra del autor de la ficción.


Fernando Soto da vida a este autor atormentado por su pasado, por una mujer a la que no consigue olvidar y por una hija, interpretada por Irene Ruiz, que no puede sacarse de su cabeza. No desvelaremos el final pero explica la manera de interpretar de Ruiz, demasiado externa para ser verosímil. Ana Otero es la inspectora Vega y resuelve la ficción con fortaleza. Genial en la escena con su hija. Paco Lahoz da miedo en su discurso como El Alemán y Mario Tardón le aporta el toque de comedía y normalidad que este thriller necesita. Pilar Gómez, por último, no termina de encontrarse en una función donde no tiene un personaje fijo que la sostenga y le dé el peso que se merece.


La ciudad oscura es una pieza teatral que supone un paso más en la autoría y dramaturgia de Antonio Rojano, que aporta claves más claras al espectador y cierra su obra de una manera más completa, aunque su historia no tenga fin. Estructura y estilo perfilados. Por último, todo un acierto ese momento en el que vivimos el 23-F como si una carrera de caballos se tratase, retrasmitiéndola con eficacia por los seis intérpretes.



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