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Alma, un trabajo pausado de dominio teatral

Elisabeth es una actriz sin voz. Alma su enfermera. Rocío Muñoz-Cobo y Andrea Dueso dan vida a estos dos personajes que guardan mucha vida interior. Elisabeth porque calla y Alma porque no para de hablar. Arturo Turón dirige y versiona este clásico de Ingmar Bergman, dándole un toque inquietante, intrigante y sutil. Aunque en la historia el espectador pueda llegar a un terreno desconocido, perderse en el hilo argumental, estoy seguro de que todos se quedarán con un sabor plagado de exquisitez, elegancia, mimo y control teatral.


En esta crítica voy a obviar el momento final que, consentido por el equipo de Es.Arte, no hizo sino romper la atmósfera de concentración que las dos actrices habían creado. Una crítica desafortunada a los móviles que suenan en el teatro. Obviando este tema, Alma es una obra que te envuelve, te atrapa en una vorágine de sentimientos ocultos. Una madre que ignora a su hijo, una joven enfermera que desea la recuperación de la enferma. No tienen más remedio que convivir la una con la otra. Al principio la relación será pacífica, con distancia,… hasta que el tiempo consigue que haya empatía, se confiesen secretos y llegue la traición.


He de confesar que no he visto Persona de Bergman. Contemplo la obra desde cero, sin ninguna premisa anterior. Mi acompañante, la también actriz, Sara Mata, me comenta que la versión de Turón es bastante fiel a la película pero que en ella Elisabeth no formula ni una palabra. Aquí, sí. Comienza con un monólogo desgarrador de Electra, previo al mutismo. También a nivel teatral, Turón decide que el personaje de Elisabeth hable durante toda la función fuera de la acción, enuncia una carta que ella ha escrito mientras que Alma la lee, interpreta una escena teatral que ella misma está leyendo,… Será más cercano al final cuando Elisabeth se decida a hablar al público y a Alma, cuando su alma despierte y cuente a todos sus traumas, sus miedos y todo lo que le presiona en su interior. Espectacular momento en el que ambas actrices se trasforman para ser una y conversan frente a frente.


Dos actrices que individualmente diríamos que no tienen nada que ver pero que juntas, nos encontramos con casi dos hermanas, o madre e hija. Fusión escénica. Rocío Muñoz-Cobo está espectacular, habla en el silencio. Su nerviosismo, el temblor constante de sus manos, de su boca cuando habla al público crea un personaje que, aunque parece segura, tiene roto el corazón. Palabras duras, un grito clásico de opresión. Sin embargo, cuidaría esos movimientos en la silla cuando habla al público. Andrea Dueso, por su parte, crece como actriz. Su relato erótico de juventud está muy bien contado. Genial trabajo de imágenes.


Aunque la dirección de Turón no logre hacernos entender todo el argumento de la obra, las actrices realicen acciones sin resolución, como cuando Dueso pela una patata para nada, o hace un té con una gota de agua,… el resultado de Alma es de un gusto único. Lo acompaña un gran trabajo de iluminación, diseñado por Jon Corcuera, que provoca un espectáculo emotivo de luces y sombras. La danza de Cristina Masson y los videos de Saray Oñate hacen el resto. Un trabajo en equipo con unos resultados excelentes que provoca el silencio absoluto del espectador.


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