Emplátame el corazón, amor de menú
En Emplátame el corazón se vive el amor de una manera diferente, con cuchillo y tenedor. Viajes por una Europa gastronómica servirán de terapia a esta pareja que ya no se entiende, que no comparten mesa ni plato sino sólo los cuchillos de una relación atormentada. Una comedia dirigida por Juan Luis Ibarra que deja al espectador un poco indiferente, aunque he de reconocer que la idea en sí es bastante original. El público se ríe, sí, pero no termina de convencer. El innecesario y repetitivo ambiente cabaretero que le otorga José Cerrato a la obra despista más que entretiene.
Sobre el escenario, una pareja en crisis va a visitar a su psicólogo. Este les aconseja hacer un viaje, culinario. Juntos, personajes y espectadores, realizaremos una ruta por París, Roma, Berlín, Lisboa,… donde podremos degustar sus más exquisitos manjares. ¿Habrá reconciliación para la pareja? Comer es cultura, dicen, pues ¡a comer!.
Con la introducción del Willcomen de la película Cabaret, la obra empieza trasmitiéndonos algo demasiado visto. Sinceramente, no es necesario para la obra. Es un recurso que el director utiliza para enlazar las escenas y para presentar los lugares por donde los protagonistas pasan, pero podría haberse investigado bastante más. Los protagonistas, tras un cuadro, intentarán recomponer sus vidas entre viaje y viaje, entre comida y comida. Uno de los mayores aciertos de Emplátame el corazón es que en estos viajes les acompaña su conciencia, narrador siempre presente, conciencia pluriempleada, y que es causante de bastantes recursos cómicos acertados. José Cerrato da vida a esta conciencia que entre cabaret y cabaret, vuelve loco a Bea y Ramón.
Carlos Ceña y María Martín dan vida a la pareja desequilibrada. Él está bastante correcto, aunque tampoco destaca en alardes interpretativos. Ella, menos asentada en el espectáculo, utiliza una voz "insoportable! como recurso cómico, aunque llega a cansar y a hacerse verdaderamente incómoda para el espectador. Una obra donde el código teatral no está acertado. Creo que con un toque más naturalista, donde el espectador pudiese ver a una pareja en crisis que, de verdad, quiere resolver sus problemas, podríamos llegar a empatizar con Bea y Ramón. Ahora simplemente vemos sus vidas pasar pero sin despertar en nosotros demasiado interés.
Emplátame el corazón es definida por el equipo como “una desequilibrada comedia cabaretera de mesa, cama y diván”, para mi gusto, una comedia que necesita limpieza –los actores realizan movimientos demasiado bruscos, con poco control corporal-, una revisión más original en cuanto al montaje y más ritmo, que fluya la comedía, que no obligue al espectador a reírse.