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Lo que voy a hacer con mi vida, estafador con conciencia

“He acabado con el sistema capitalista”, es una de las primeras frases que podemos escuchar en Lo que voy a hacer con mi vida. Suena bastante pretenciosa para que la diga una única persona pero más adelante nos daremos cuenta de que todo es posible, aunque lo hagas acompañado y sin apenas darte cuenta. Escrita por Nacho del Valle y dirigida por Roberto Terán, Lo que voy a hacer con mi vida es un drama disfrazado de comedia. Una decisión acertada para poder tratar sin caer en la lágrima fácil temas como las preferentes, la incomunicación, las redes sociales o el egoísmo de la sociedad.


Hay salas pequeñas, con escenarios minimalistas, que exigen propuestas sencillas, con sólo una entrada y salida, abriendo un poco la cortina, sin espacio para más escenografía que tres sillas y unas cajas de cartón, pero son espacios que te obligan a destacar otras como el texto, la interpretación o la dirección de actores. No existen muchas posibilidades para que Terán pueda jugar con el espacio, con movimientos escénicos, pero consigue una propuesta interesante y que en ningún momento resulta aburrida. La música compuesta para la ocasión por Paco Cifuentes y Diego Montoto le otorga a la obra un toque alternativo que va muy acorde con el montaje.


Preguntas como “¿qué he hecho con mi vida?” o “¿qué puedo aportar al mundo?” suenan a sentencias. Después de cuatro días sin dormir tras la muerte de su hermano, José, nuestro protagonista, se plantea su vida y busca un cambio radical. Necesita pastillas para dormir y poder reflexionar con su almohada. José se presenta como un hombre de éxito, un triunfador en su trabajo pero con una vida vacía. Pronto descubriremos que lo único cierto de su presentación es que su vida está en blanco, sin nadie con quien compartirla. Trabaja en un banco pero es improductivo, un parásito, digno español seguidor de la tradición de vivir del cuento. Del Valle ha conseguido un texto que aborda temas complicados como la crisis financiera o las preferentes desde el punto de vista del malo, del banquero, realizándolo sin posicionarse y hablando claro, dando voz también a los afectados, que viven su drama con dignidad.


Alfonso Gómez da vida al protagonista de la historia. Lo hace con naturalidad, con soltura y mostrando buenas capacidades interpretativas. Lo acompañan Maika Jurado, dando vida a dos personajes opuestos con buen hacer en ambos, y el propio autor del texto, Nacho del Valle, que también aborda dos personajes. A Nacho del Valle lo sigo viendo demasiado expresivo, debe controlar sus tics sino quiere dárselos a todos los personajes que interpreta, aunque creo que ha mejorado con respecto a Camisas de fuerza.


En fin, con esta obra nos encontramos con un montaje que podría dar mucho más de sí en un espacio mayor ya que parte de un buen texto, con un final bien resuelto aunque demasiado precipitado. El protagonista busca borrón y cuenta nueva, la absolución de sus pecados,... pero eso es algo que no sé consigue de un día para otro, la conciencia nunca duerme.


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