Lavar, marcar y enterrar, amor a una peluquería
“Algo huele a podrido en Cortacabeza”. Lavar, marcar y enterrar, historias de una peluquería en serie es un proyecto que empezó siendo algo pequeñito. Teatro en un espacio real, en la peluquería de Malasaña Cortacabeza y que poco a poco está teniendo un recorrido espléndido. Juanma Pina escribe y dirige esta comedia surrealista con dos nuevas incorporaciones en el reparto, Miriam Díaz-Aroca y Álex Larumbe.
Maldiciones, pelucas, cardados, balas y calaveras. Todo cabe en la peluquería de Gabriela. Entre tijeras y secadores, hay algo más que clientes, y una noche cualquiera todo saldrá a la luz. A punto de echar el cierre, Gabi y Fernando, su empleado, son secuestrados por Lucas y Verónica, una pareja de aspirantes a policías con ganas de dar un giro a su vida. Como dicen en el texto de Pina, “una noche puede cambiar una vida entera”.
La historia de Lavar, marcar y enterrar es sencilla pero con alta comicidad, con personajes histriónicos, sobre todo los que lavan y marcan a diario en Cortacabeza. Aunque necesita más ritmo, mayor celeridad en algunos momentos, el resultado final de esta obra es muy atractivo. Nos atrae el estilo, digno de una película de los 90 de nuestro admirado Almodóvar, ¿quién no ve a Kika en la Gabriela del pasado?, nos atraen los personajes y nos atrae lo enrevesado de la situación. Una peluquería es un escenario tan teatral,… y tan protagonista en este caso. El barrio de Malasaña, Marilyn y los secadores son otros grandes secundarios. Por cierto, cuidado con la iluminación porque en algunas escenas, los actores se quedaban sin iluminación y es una pena.
Gran parte de la comicidad de la obra se la debemos agradecer a Mario Alberto Díez. Un actor único que modula cada frase escrita por Pina a su antojo para lograr provocar la carcajada del espectador. Fernando es cuadriculado y Díez cuadricula sus movimientos, sus tics, su voz. Con una seriedad aplastante es el personaje más conseguido de la obra. Miriam Díaz-Aroca es la gran protagonista, dueña y señora de la peluquería y, aunque gran parte de la culpa de los momentos de lentitud de la obra son suyos –se recrea demasiado en sus palabras y acciones-, realiza un trabajo notable y da vida a una Gabriela serena y segura de sí misma. El trabajo, por otro lado, de Álex Larumbe y Danai Queroi parece que sigue otro juego. Son personajes menos externos y más normalizados, aunque a medida que avanza la historia enganchan al espectador, Larumbe por su inocencia e ingenuidad y Queroi por su incredulidad ante los hechos.
Lavar, marcar y enterrar es una propuesta para pasar un buen rato, para adentrarse en un universo paralelo en el que todo es posible. Si hay que destacar una escena, me parece genial la doble escena del teléfono, primero protagonizada por ellos y luego por ellas. Prácticamente el mismo texto pero con personajes diferentes. Original idea. Tuvo que ser un lujo ver esta obra en el espacio real.