Luz frágil, la fragilidad del amor romántico
El comienzo de una relación, los miedos, las inseguridades del amor a distancia, el fuego del primer amor, la espera de la llamada telefónica,… En Luz frágil vemos todo esto sumergido en la relación de Manu y Berto. Relación homosexual que bien podría ser protagonizada por cualquier pareja de chico-chica. Luciano Muriel dirige su propio libreto, con más de ocho meses en cartel. Una historia bien trazada desde el comienzo, que duele al final.
El primer amor, después de varias relaciones de sexo con cuerpos, toca hondo. La historia de Luz frágil es una historia de amor romántico, de pretensiones e intenciones que se quedan en el camino, de lucha, de actos de valentía, sin miedo a perder. Manu comienza receloso, arisco, sin sentimientos pero tarda poco en entregarse. Berto lanza la primera piedra, pretende hacer lo que nunca hace y su amor se frena, se paraliza.
Con una banda sonora directa, el montaje que nos propone Muriel es directo. Una relación que podría ser demasiado idílica se convierte en realista al ser presa del miedo. La historia la conocemos a través de las palabras de vista de Manu, el personaje mejor construido, su recuerdo y su punto de vista es el verdadero protagonista. Su memoria nos presenta a un Berto desdibujado, quizá porque la propia decisión de cómo contar la historia nos obliga a ello. Todos sus actos serían más entendibles si pudiésemos saber qué piensa, qué siente, más allá de lo que dice. Pero así es la vida. Sólo sabemos de la persona que tenemos enfrente lo que ésta nos quiera transmitir. El verdadero pensamiento se queda en secreto. Berto tiene miedo, nunca llega a entregarse de verdad y, aunque no nos expone sus motivos, todos hemos tenido a nuestro lado a alguien así. Hermético y que nunca es sincero del todo. La trayectoria de esta relación llega a límites ya menos cercanos a la cotidianidad y con los que empatizamos menos, pero aún así no podemos evitar contagiarnos por el dolor y la decepción de Manu.
A Manu lo acompaña constantemente su conciencia, su sombra, el diablo que se posa en el hombro. Un personaje al que da vida Pablo Remiseiro construido como una loca típica y simple. Las escenas de Remiseiro se alejan del estilo naturalista del resto de la obra y optan por un humor fácil y ya conocido. A pesar de eso, son un desahogo en la historia de amor. Juan Paños y Abel Guillot actúan con química, el texto fluye con libertad, sin pretensiones. Algo más encorsetado aparece en las escenas entre Pañol y su sombra. De Guillot nos atrae su eterna sonrisa, de Paños su inocencia y su cara de niñó y de Remiseiro su desinhibición.
“Cuantas cosas nos perderíamos si sólo nos quedásemos con lo que sabemos que va a funcionar”, gran esencia para una obra llena de sentimientos jóvenes, de talento por explotar y de naturalidad. Una banda sonora, con Piensa Gay de Lorena C en cabeza, que acompaña a la obra creándole una atmósfera atractiva. Luz frágil tiene aspectos que matizar pero una historia de amor que nos emociona y nos engancha. Los recuerdos son subjetivos, también debemos saber eso. ¿Será real lo que nos cuenta Manu o simplemente su manera de recordar una bonita historia de amor frustrada?