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Cuarteto, duelo de volcanes


Cuarteto es un duelo de conversaciones donde los protagonistas se convierten en tigres, en volcanes que erupcionan desde lo más profundo del ser humano. Antonia Paso y Alberto Iglesias protagonizan la primera obra dirigida por Pablo Rivero Madriñan. Con el texto de Heiner Müller, los personajes de Las Amistades Peligrosas, novela epistolar de Pierre Choderlos, la Marquesa de Meurteil y el Vizconde Valmont se enfrentan con garras pero con elegancia. Dos seres soberbios que se conocen demasiado, tanto que son cuidadosos en sus palabras, en sus gestos,…


El montaje de Rivero Madriñan es conciso, tenue, directo y con una atmósfera de calidez que envuelve el alma encendida de los protagonistas. En Cuarteto presenciamos una evolución aplastante de los personajes, desde su mayor soberbia y seguridad hasta el derrumbe más absoluto. Meurteil y Valmont no son dos jóvenes con toda la vida por delante, ya han vivido sus mejores años y, aunque quieran ocultarlo, ya no tienen todas sus armas cargadas. Un ring de boxeo con suelo blanco donde las escenas son asaltos en los que alguien quedará K.O. Ante el contrincante, no hay momentos de flaqueza, esos de dejan para un micro que despierta sus miedos, sin deseos ocultos y sus lágrimas.


Antonia Paso está genial en su interpretación. Palabras heridas, las lágrimas le brotan de los ojos como palabras heridas. Siempre presente, Paso no se afloja ni un segundo durante los setenta y cinco minutos de función. Mira directamente al espectador, sin vacilar. Y no puedes sino mantener la mirada en la suya. Descifrar los ojos de una marquesa dolida por dentro pero soberbia por fuera. La batalla la hace con Alberto Iglesias. Un Valmont aparentemente poco canalla que va creciendo a medida que avanza la función y tiene escenas en las que está realmente espectacular. Iglesias también interpreta a la inocente religiosa y lo hace con mucha credibilidad tan sólo con un par de detalles corporales y vocales. Todo un acierto. Sin embargo, Paso no termina de conseguir los momentos en los que da vida al propio Valmont. Ambos intérpretes se entregan a la historia y acaban la función con el público en pie. Soberbios personajes, soberbios intérpretes.


Cuarteto es una obra compleja, donde el espectador tiene que estar atento para comprender bien la historia. El toque de Madriñán en los momentos sexuales hace que sean evidentes pero no obscenos. Impresionan porque dejan tiempo a la imaginación. Realmente, Cuarteto es una obra que consigue estremecer al espectador, admirar y odiar las estrategias de seducción de Valmont y temer la bestialidad de una conversación a dos que va sin freno.


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