El discurso del rey, maldito tartamudo
Es complicado ver el fondo de un monarca. Un rey pocas veces expresa en público sus sentimientos más hondos, más íntimos. En el discurso del rey tenemos la oportunidad de ver la angustia de un monarca que nunca quiso serlo pero que las circunstancias le obligaron a ello. Angustia por no poder hablar en público. La impotencia, el esfuerzo por conseguirlo, por vencer ese tartamudeo que le supera, que es superior a sus fuerzas. Maldito tartamudo, debe pensar él mismo. Adrián Lastra lleva el peso de una función correcta, que va ganando a medida que avanza la misma y que, bajo la dirección de Magüi Mira, expone todo su buen hacer con un trabajo verdaderamente elogiable.
Aunque algunos podáis matarme, no he visto la película dirigida por Tom Hooper así que me siento en la butaca sin conocer nada de la historia. Una obra teatral histórica que eleva a la categoría de humanos a un matrimonio real por el que, por encima de todo, se eleva el amor. La trama de la obra está situada entre dos discursos de Jorge VI, el primero, vergonzoso para el mismo monarca y para la nación inglesa, y el segundo todo un orgullo, aunque doloroso ya que estaba dedicado a comunicar al pueblo que entraba en guerra contra Alemania, dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial.
El montaje dirigido por Magüi Mira está muy centrado en el trabajo actoral. Los actores son los encargados de contar esta historia y Mira los guía con buen mimo, sobre todo a los tres protagonistas. Adrián Lastra está espectacular. Su rey es humano y muestra su angustia cuando tartamudea. Con buena presencia, buen pose y con esa inocencia que caracteriza a todos los personajes que Lastra toca con su mirada. A esto, tenemos que añadirle un toque de soberbia, pocas veces visto en el actor. Roberto Álvarez también realiza un trabajo notable. Corporal, de la calle y seguro de si mismo. Las escenas que tienen los dos son las más cómicas del montaje y es un gustazo verlos sobre el escenario. Logue no sólo le enseña a hablar en público, también le enseña a entender mejor el mundo. Ana Villa desprende bondad. Un poco brusca en sus movimientos, dibuja lo buena reina que Isabel fue. Fiel a su marido y a su pueblo, muy divertida en el momento en el que se sienta encima de su conyuge. Ángel Savín también está bien posicionado como Winston Churchill, su voz nos resulta familiar. Sin embargo, el resto de la familia real está bastante flojito, lo que provoca que el montaje no sea redondo. Gabriel Garbisu tiende a la sobreactuación y está demasiado melodramático en comparación con el resto del reparto. Y Lola Marceli -me alegro verla en este montaje- compone un personaje interesante, exquisito y atractivo pero su voz se nos pierde en la inmensidad del teatro. Quizá no fuese su mejor día ya que su voz parecía rota, resquebrajada, frágil.
Con unas transiciones repetitivas, Mira no consigue dar al montaje la atmósfera necesaria para el periodo histórico que representa, aunque se acerca con los bailes que el reparto realiza y la música que los acompaña. El discurso del rey, y lo digo sin haber visto la película, debe de ser una buena manera de recordar el trabajo multipremiado de la misma. Hecho de otra manera, menos inglés, más español pero con cariño y gusto. Un montaje que nos vuelve a recordar que Adrián Lastra es uno de los grandes actores de su generación, no lo perdamos de vista.