Quiero una alegría, la felicidad humana
Hay muchas maneras de alcanzar la felicidad. “¿Qué me produce alegría?”, se preguntan los protagonistas de esta función. Cuatro personajes, cuatro monólogos aparentemente independientes que, unidos, forman el pasado, presente y futuro de estos cuatro entes sociales. Marginados e inadaptados, observan el mundo desde prismas diferentes aunque todos tienen sus cosas adiadas y sus cosas ansiadas. Escrito y dirigido por Jesús Ortega, Quiero una alegría es un canto a la felicidad individual, aunque para ello tengas que acabar con el de enfrente. Todo vale si quieres una alegría. Cuatro actores valientes que se enfrentan al escenario en solitario.
El monólogo inicial lo presenta Rocío García Cano, una inmigrante española en Suecia. Abogada de prestigio en los buenos tiempos y limpiadora en Estocolmo en tiempos de crisis. Ciertamente el personaje que construye García Cano tiene más de limpiadora que de Licenciada en Derecho, algo que aporta comicidad pero que resta credibilidad. García Cano realiza un trabajo bastante notable sobre todo por la difícil tarea de comenzar una obra en la que el espectador comienza pensando que en algún momento el monólogo dará paso a las escenas de la obra, poco a poco nos vamos dando cuenta de que eso no va a ser así. Cómica y entretenida, cuenta su historia mientras barre, friega y limpia el polvo a la casa de una “celebreti”. “He llegado a ser feliz, y todo”, dice con ternura. La canción elegida para terminar el monólogo no es la más acertada, creo que quedaría más enérgica con un tema más popular.
A continuación, presenciaremos el resto de monólogos y no será hasta llegar al último que veamos la relación que tienen estos cuatro personajes. Las tres mujeres han compartido algún momento de su existencia con el personaje masculino de la obra. Continua la historia, una orgullosa ama de casa que se maquilla y peina mientras nos cuenta su vida. Mayte Atarés peca de lentitud y linealidad aunque su personaje nos va ganando a medida que se nos confiesa abiertamente. Genial su final de monólogo. Merche Segura da vida a la tercera mujer, secretaria después de estudiar una FP, su vida no ha sido muy alegre que digamos. Segura es demasiado expresiva en algunos momentos en un monólogo a ratos divertido y a ratos doloroso. Convincente en la parte final de la historia. Todo apunta a que su final no será muy bueno. Miguel Ángel Calvo es el chico de la historia, la conexión entre los monólogos. Con instinto asesino, su paciencia tiene un límite y lo comprobaremos. Su interpretación, demasiado constreñida, necesita más matices.
Ortega dirige un montaje sencillo en su estructura que podría haber funcionado más si utilizase otro tipo de fusión entre las historias ya que tal y como está resulta lineal y repetitivo, poco original. Con todo y con eso, el texto resulta interesante y eficaz, te mantiene atento a la vida de estos cuatro personajes y a los derroteros a los que llegan en busca de la felicidad y de la alegría que ansían con toda su alma. Personajes sin más aspiración que la de ser felices. ¿Tan complicado es que la vida les dé una alegría?