Danzad malditos, concurso de aire contenido
“Siete meses para construir un sueño”, con estas palabras presenta Alberto Velasco, director de la pieza, su nueva joya. Danzad Malditos cautiva, te enamora, te contiene el aliento, te llena de escalofríos, te obliga a no parpadear, te hace reír, sudar, te estremece,… te cautiva. Una obra de decisiones injustas, de elecciones, de resistencia, de fuerza, poder y superación. Una obra donde la victoria y la pérdida están divididas por un fino hilo invisible fácil de romper. Una batalla de baile, una guerra, una cruzada, un ejército de once caballos donde el cuerpo será el principal arma.
Comentan que cada función es única, que todos los intérpretes están preparados para perder y ganar en cualquier momento. Eso convierte a Danzad Malditos en un montaje vivo que estoy deseando volver a ver. Con un aire francés muy refrescante, la obra propone un concurso de baile donde ganará el que más aguante o el que, por azar, siga manteniéndose en pie. La dramaturgia de Félix Estaire se basa en la novela ¿Acaso no matan a los caballos? de Horace McCoy y en la película Danzad, danzad malditos de Sidney Pollack ambientada en la Norteamérica de los años 20-30 donde las parejas bailaban hasta la saciedad con tal de ganar el premio que les mantuviese alimentados unos cuantos meses más.
Las parejas que bailan en la propuesta de Velasco son tan tristes como actuales. Cada uno se presenta a sí mismo –o a su compañero- como un ser con verdades y mentiras, con gustos y odios, y elige su pareja como si de un partido de fútbol de instituto se tratase… Lástima, sobra uno. Danzad Malditos logra ser realista en una atmósfera inabarcable. Lo innecesario frente a lo imprescindible, los elegidos frente a los que ven la vida desde el banquillo, la separación de la morralla de la excelencia. Textos crueles e impactantes que atraen al espectador hasta una sociedad donde la destrucción es su seña de identidad, donde la ley evolutiva será la que marque a los vencedores. “Lo humano muestra su verdadera cara cuando surge la necesidad”, con estas palabras el domador de caballos presenta una batalla campal en la que todos van en contra de todos.
Negando este precepto, el reparto de Danzad Malditos no ha conocido los egos. Todos reman a favor de un barco presidido por un genio, todos bailan para que la fiesta del baile sea un espectáculo. Su danza inestable e insegura nunca ha sido vista tan bella, la belleza de lo aparentemente descontrolado. El cansancio y la extenuación no podrán con ellos. Todos y cada uno de los intérpretes atraen la mirada del espectador, con instantes escalofriantes, como cuando José Luis Ferrer no es elegido para el baile, otros cómicos, como la presentación de Ignacio Mateos y el mote que su madre le sigue otorgando a sus 36 años, algunos de impactante fuerza, Guillermo Barrientos indignado con el propio director de la obra al ser eliminado, emocionantes, como la despedida de la cantante, Verónica Ronda,… Y todo ello acompañado por los momentos no textuales, que significan tanto o más. Fuerza, garra, desgarro, energía, disfrute, coreografía de impacto visual y elementos naturales, tierra, agua,… que generan un espectáculo arraigado, profundo, de corazón,…
Un espectáculo que dará que hablar la próxima temporada y que nadie debe perderse. Por último, no quiero despedir la crítica sin mencionar el gran trabajo musical de Mariano Marín que crea un ambiente único y la escenografía de Alessio Meloni. El mundo se ha hundido, señores, y sólo el baile podrá salvarnos. Y al acabar, volveréis a respirar.