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¿Cómo matar a Julio Iglesias?, ¡vaya dos!


Si hay algo que no se puede obviar de ¿Cómo matar a Julio Iglesias? es que tanto Víctor Elías como Luisber Santiago se divierten en el escenario, aunque con eso no basta. Dirigido por Pablo Puyol, esta función es joven, gamberra y espontánea pero pierde fuelle pasada la trama central. Una historia que podría funcionar como microteatro, se alarga innecesariamente dejando en evidencia que el texto y el conflicto no dan para más.


Dos amigos van a amenizar con su música la boda de la ex de uno de ellos. La ex o su amor platónico. En esa boda intentará recuperarla. Algo complicado pero divertido en esencia. A partir de ahí, sucederán una serie de acontecimientos que los llevarán a viajar en el tiempo a los momentos importantes de la vida de su ídolo. ¿Pablo Puyol? ¿Quién es ese? No, Julio Iglesias. Un armario en una sacristía será el vehículo del viaje.


La trama central se centra en la intención de los dos protagonistas en hacer desaparecer al cantante para sustituirlo, ¿por qué quieren tener sus éxitos musicales? No, porque quieren ser grandes “folladores” como él. La historia suena gamberra, divertida y juvenil pero se queda anclada en una repetición absurda de orgias invisibles y sexo deseado. Feromonas a flor de piel y humor adolescente, demasiado, quizá. Es cierto que algunos gags funcionan y que el espectador se ríe con las ocurrencias de los personajes pero el humor es fácil y demasiado reconocible. Todo un acierto las referencias cómicas al juego teatral y a las inclemencias del teatro off, tambien las que se refieren a su vida real, “Tete, te quiero”, o a la relación de Elías con su prima la reina Letizia.


Tanto Elías como Santiago llenan de buena energía el escenario pero recurren a recursos repetitivos y ya vistos que destroza un juego que podría haber sido divertido. Victor Elías se divierte y está correcto aunque su trabajo interpretativo resulta más encorsetado. Luisber Santiago es más espontáneo pero es demasiado evidente que no crea un personaje, sino que se interpreta a sí mismo. Eso le provoca no mirar a un sitio fijo, ni siquiera apoyarse en la mirada de su propio compañero de escena, y mantener una sonrisa perenne incluso en momentos en los que no debería tenerla.


Julio Iglesias, un semidios. Julio Iglesias, el amante ideal. ¿Cómo matar a Julio Iglesias? ha sido vetada en un teatro de provincias por su título. La gente se asusta por todo. Una obra que necesita rodaje pero que aprovecha la complicidad de los dos actores aunque eso no es suficiente para ofrecer al espectador una obra atractiva de principio a fin. Lo siento, me quedo con Julio Iglesias. Me va, me va, me va,...


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