Los buitres, fríos, secos y mohosos
La pensión de las pulgas nos da la bienvenida con un montaje fuerte, enérgico y portentoso. La atmósfera tétrica que acompaña a toda la historia es hipnótica y el montaje consigue generar mil preguntas en el espectador, ¿qué pretenden los personajes? Carles Harillo Magnet dirige esta producción que mantiene en una intensidad constante a Mario Zorrilla, Carmen Mayordomo y Xavier Murua.
Una pareja come sobre la mesa, no se dice nada, se miran con desprecio. Las primeras palabras, “te odio” son una síntesis de lo que veremos en toda la obra. Celebran su décimo aniversario de matrimonio. Esperan una visita. ¿Quién vendrá? Ella lleva años sin salir, sin ver la luz del día. El tiempo no pasa por esta casa. El aliento de él huele a tumba. Tiene moscas devorándolo por dentro. Ella todavía está fresca para concebir. Una sirvienta decide marcharse de casa, la última, la que le hacía la compra y les pagaba la comida. No tienen nada en la nevera… Y la mesa está vacía.
Una estética decadente, ramas en el techo, flores muertas sobre la mesa, tul en las paredes, los buitres se comen la carne muerta, descompuesta y aquí la carne fresca es un manjar para ser comido. Una relación de odio inquebrantable que les da energías para seguir viviendo. El Te quiero no puede ser dicho ni escuchado, el Te odio suena por doquier. El montaje que nos propone Carles Harillo Magnet desprende fuerza, intensidad, genio y rabia. Humor negro y palabras dichas sin miedo. Una mesa central preside toda la estancia, una mesa que será testigo de un aniversario único e inolvidable.
Personajes que están podridos por dentro y bien interpretados por un trío en pleno auge teatral. Mario Zorrilla tiene peso, mira con recelo y convierte a su personaje en una bestia con fuerza pero con un punto de fragilidad invisible. Genial su respiración. Carmen Mayordomo crea un personaje que intenta desprender algo de luz en medio de tanta oscuridad, aunque no se da cuenta de que la más oscura es ella. Una pareja un tanto esquizofrénica y violenta que no dudará en arrebatar el calor de cualquier persona que esté a su lado. El tercero de este trío, un doctor con ganas de olvidar su pasado, lo interpreta Xavier Murua, que está genial y va de menos a más a lo largo de la obra. Josi Cortés acompaña a estos personajes y es el vivo ejemplo del no hay personaje pequeño sino actor pequeño. Su personaje nos interesa aunque apenas tenga peso en la obra.
Naturaleza que nos come, polvo que nos hunde. El texto escrito por el propio director nos tiene preparado un final de estos que sorprenden, que descubre la verdadera y cruel cara de los personajes. Preguntas que surgen durante la obra y que son respondidas dejando al público satisfecho. Una obra violenta que coloca al espectador en medio de una pelea de gallos y lo obliga a posicionarse. Unos protagonistas que merecen todo el odio del público pero que nos obliga a intentar comprenderlos, aunque nos cueste conseguirlo.