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El Cabaret de los hombres perdidos, un musical de bajos fondos


Cuatro actores, un protagonista y un destino escrito. Los hombres perdidos se acercan a este cabaret a pactar su destino con un diablo de traje y sin corbata. El Cabaret de los hombres perdidos se estrena en España con una trayectoria de éxito fuera de nuestras fronteras, seis premios Hugo en Argentina y dos premios Moliére en Francia. Aquí es Víctor Conde el encargado de poner en escena una adaptación hecha por Jorge Roelas en el texto y por Alicia Serrat en las canciones. Una propuesta hecha con ganas pero que el sonido llega a estropear en muchas ocasiones.


Es una pena que un musical como este no pueda escucharse a la perfección desde la fila trece de la Sala Verde de los Teatros del Canal. Un inicio que dejó al espectador desconcertado. El público tenía más luz que el escenario y las voces de los personajes parecían una voz en off con un volumen pianísimo. Poco a poco la obra va enganchando a los espectadores y consiguen, debido a una historia que cautiva y a unas canciones muy bien ejecutadas, que el público se emocione y ovacione el espectáculo. Esperemos que esos fallos sean propios del estreno.


Dicky es un hombre perdido, sin madre y prácticamente sin padre, acaba en un antro de travestis y tatuadores donde se vende alcohol sin destilar. Allí se encontrará con lo peor de la sociedad, gente que le abrirá las puertas de su destino, uno o más de uno. Destinos que conseguirán que Dicky no pierda la esperanza de que una vida futura puede ser mejor. La subida y la caída. Los sueños rotos, las piedras en el camino y la piel tatuada, rota por dentro serán sus acompañantes.


Un musical que necesita mejorar ciertos elementos técnicos para hacerse grande, y da rabia porque tiene todos los ingredientes para serlo. Tiene un primer final apoteósico y un segundo que nos regala la canción más divertida de la obra, la del segundo destino. También es genial la canción que interpreta Ferrán González y el efecto de la bola de discoteca. Pero es una pena no entender bien las canciones, mezcla de falta de vocalización en algunos casos y de problemas de microfonía en otros. Una pena también no poder ver la piel de Dicky cuando llega su final, no está bien conseguido el efecto.


Dicky quiere ser rico, amado y famoso, quiere ser cantante. Esa es su primera premisa. Cayetano Fernández interpreta a este joven al que todos quieren llevar por el camino de la perdición. Su voz potente al cantar es la única que no perdemos en ningún momento, vocaliza y se le entiende. Enhorabuena. Sin embargo, a su cuerpo le falta energía y parece ser mecido por el resto del reparto, algo que no molesta en este personaje. Armando Pita triunfa en sus intervenciones. Su canción de los tatuajes es la que más aplausos despierta. Única y emocionante. Ferrán González interpreta a una cómica travesti y a una farsesca actriz coja y miope que motiva las carcajadas de los espectadores. Ignasi Vidal se convierte en narrador y en diablo y deja ver todas sus armas como cantante, aunque como personaje esté bastante lineal.


El Cabaret de los hombres perdidos es una buena apuesta musical, diferente, oscura, negra y fiel reflejo de los éxitos acelerados y los fracasos por el acantilado. Para ver el trasfondo de estos personajes hay que, como dicen en la obra, rascar debajo del sudor y las lentejuelas.


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