Siempre me resistí a que terminara el verano, derrotados
El paso del tiempo y los recuerdos son dos recursos imprescindibles para martirizar a un personaje. En la nueva obra que presenta Factoría Madre Constriktor lo tienen claro. Escrita y dirigida por el argentino Lautaro Perotti, Siempre me resistí a que terminara el verano presenta a unos personajes derrotados, consumidos y anclados por el tiempo que no terminan de aceptar su vida. La frase “Sabía quién era a los veinte años pero no sé quién soy a los cuarenta" resume esta obra intensa que dará que hablar.
Tres amigos se reencuentran después de muchos años en el pueblo que los vio crecer y que vio sus primeras fiestas entre las piernas de una mujer, la que sigue regentando el puticlub del pueblo, Isabel. Los tres irán descubriendo que ha sido de cada uno de ellos en estos años y cómo el tiempo ha conseguido que esos partidos de futbol nunca vuelvan a ser lo mismo. Junto a ellos, se encontrará Diego que les recordará, inevitablemente, lo que fueron y no son.
Es innegable que cualquier crítica que escriba en esta web es totalmente subjetiva y, basada, en parte, en mis experiencias como actor y, sobre todo, como persona. Al salir del Teatro Marquina emocionado y conmocionado por el hermoso final que acababa de ver, no pude evitar girarme al escuchar a dos ancianas de abrigo de visón decir, “pues a mi ni fu ni fa, ya no saben hacer teatro como el de antes”. Así que en base a mi subjetividad diré que Siempre me resistí a que terminara el verano es un canto al tiempo aprovechado, más allá de las lamentaciones y excusas. Cómo no recordar junto a los protagonistas esos veranos en mi pueblo donde las vacaciones eran tiempos felices y eternos. ¿Qué quedó de eso? Tendréis que ver la obra que firma Perotti para saber si el verano tiene fin o permanecerá inmóvil en nuestra memoria.
Siempre me resistí a que terminara el verano presenta a unos intérpretes entregados al escenario. Pablo Rivero y Estefanía de los Santos llevan la energía de la obra, seguidos muy de cerca por un tierno Unax Ugalde. De los Santos vuelve a impregnar de magia el escenario, no puedo evitar recordar su trabajo en Las Plantas de Pablo Messiez y creo que Perotti tampoco porque hay monólogos que parecen querer sacar lo mejor de ese personaje, un halo de esperanza y melancolía que atraviesa a ambos. Un pero, no llegué a entender el sentido de su monólogo final dentro de la historia. Pablo Rivero triunfa dando vida a Andrés, el más realista, práctico y materialista de la historia, el malo de la película en un mundo poco pragmático. Unax Ugalde es pura naturalidad y su personaje nos cautiva. Lo malo de estos dos intérpretes, que nunca nos llegamos a creer que sean cuarentones, más bien unos treintañeros venidos a menos. Un soplo de aire fresco y pura comedia es lo que aporta Santi Marín, la obra sin él y sin su personaje no sería lo mismo. Algo más desafortunado está Andrés Gertrudix, que podría sacar muchos más matices a la depresión de su personaje, no termina de convencer, aunque resuelve la intensidad de su papel.
La paternidad, el ser buen hijo, el fracaso, la derrota, la muerte, los recuerdos, la amistad, el sexo y el amor. Protagonistas principales de una obra que no puede sino hacernos recordar un pasado nostálgicamente mejor. ¿Qué te imaginabas con veinte años que ibas a ser a los cuarenta? El verano o la juventud, siempre nos resistimos a que se acaben, disfrutémoslo mientras duren.