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El público, algo irrepetible



Llevar a escena un texto lorquiano es armarse de valor y amar el teatro. Llevar a escena El Público es casi un acto suicida que sólo pueden cometer los que devoran el teatro, los que los llevan en las venas, los que no pueden vivir sin él. Álex Rigola demuestra con este montaje que es capaz de transportarnos a la mente privilegiada, inestable e incomprensible de Lorca. Un texto que el mismo definía como irrepresentable para su tiempo pero que “dentro de veinte años lo será”. No gustó a sus amigos, los que tuvieron el privilegio de leerlo y se quedó guardado en un cajón. Nunca será un texto fácil pero Rigola ha conseguido que los espectadores viajen a través de un mundo de símbolos, belleza y sensibilidad.


No hay sinopsis que valga. El público es subjetividad pura, algo complejo de definir, cada espectador que vea esta función dirá que ha visto una historia diferente, o que no ha visto ninguna historia, lo que nunca podrá decir es que no le ha transmitido nada. Cuando todavía no había cumplido la mayoría de edad pude ver un montaje de El Público en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. No entendí nada, lógico, tampoco me transmitió nada. Quizá mi mente no estaba tan abierta como ahora. Nunca lo sabré.


Rigola ha sabido captar la metáfora y la poesía de Lorca, aunque el público no sepa entenderla. En esta ocasión, no es necesario. Es evidente que el equipo tiene tan claro lo que quiere transmitir en cada momento, que la emoción y el sentimiento te llega y te conecta con cada uno de los personajes. Belleza y sensualidad, fuerza, desnudos, donde el cuerpo se rasga por la tierra como si de un ritual se tratase, simbolismo, un espectáculo de una estética plástica envolvente del que no puedes apartar la mirada. La iluminación de Carlos Marquerie y el espacio sonoro del también actor Nao Albet también aportan lo suyo. Un compendio generoso, armonioso y de aciertos.


“Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro”, una preocupación que Lorca demuestra por los cuatro costados. Una crítica al teatro burgués, hecho de mentira, con máscaras y caretas, donde las entrañas no se sienten y donde el amor es impostado. Sexualidad, homosexualidad, miedos y torturas. Poesía sobre el escenario. A todo ello ayuda un reparto en estado de gracia que se entrega con los ojos cerrados al mundo que Álex Rigola extrae del texto de Lorca. No hay incertidumbre, hay seguridad sin censura. Destacan por su fuerza Irene Escolar y Nao Albet y por su inocencia Jorge Varandela y Jaime Lorente. Actores jóvenes en estado de gracia que demuestran que nuestra generación viene pisando fuerte. Increíblemente hipnotizante la danza que Laia Durán muestra con la música y la voz de Albet. Pep Tosar también es digno de mención por su transparencia en el sentido de sus palabras.


El público de Álex Rigola es un espectáculo que hay que ver, entra, sin lugar a dudas, en esa lista exclusiva de obras que no te las pueden contar, tienes que verlas. Irrepetible. Por favor, que pase el público.


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