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Pulveriza, no hay futuro para las hermanas Castaño



Es despertar al día siguiente de ver Pulveriza y no poder olvidar la increíble propuesta que Abel Zamora expone ante nuestros ojos. Desde el minuto uno nos damos cuenta de que estamos ante una mente privilegiada, única, valiente y arriesgada, capaz de innovar con cada proyecto y sacar lo mejor de sí mismo y del equipo que le rodea. Pulveriza no es un espectáculo usual, con pocas obras teatrales puede compararse. Terror de serie B, humor negro en todo su esplendor, Misery plagada de carcajadas, Scary Movie de provincias, Psicosis de Teletienda.


Pulveriza es la historia de un incendio, de un secuestro, de una violación, de un aborto, de bullying, de una tortura. Es un drama a risotadas, una obra de terror y suspense hecha desde la verdad pero con ganas de reírse. Es compleja, no es sencillo arriesgar tanto y salir tan bien parados. Kamikazes. La historia de estas cuatro hermanas sorprende, te atrapa y arderás junto a ellas en el infierno de su hogar. Tus vecinos se reirán mientras ardes igual que los espectadores nos reímos mientras las protagonistas sufren el miedo a la soledad.


Un pueblo. Techo del Palomar. Cuatro hermanas. Pulveriza crea un universo nuevo pero a la vez real. Víctimas de su propia existencia, deformes, feas, locas, maltratadas, aisladas y repudiadas por la sociedad, ancladas en su infancia y criadas en un profundo odio a los hombres. Todo tiene un trasfondo trágico y dramático que no necesita ser magnificado. Palabras crudas y duras, dichas con verdad. Lo genuino de Pulveriza radica en que nos estamos riendo de un drama profundo, de una tragedia en mayúsculas. La mezcla de códigos propuesta por Zamora que va desde el cine de terror, con todos sus recursos llevados a la comedia, al musical infantil, hacen que vivamos esta experiencia con una sonrisa en la cara, aunque a veces, sin que nos demos cuenta, esa sonrisa se transforme en emoción, y la boca se quede abierta por momentos gracias a destellos de imaginación y a un texto sin censuras. Todo tiene cabida en el mundo de La Conmovida Producciones.


Pulveriza no sería posible sin la confianza absoluta del reparto en su director. Personajes nada cotidianos, sacados de la realidad y llevados al extremo, a punto de sobrepasar el límite de la caricatura pero tratado con tal cuidado que se quedan en el punto exacto. Los personajes tienen tantas taras que sería muy sencillo sobrepasarlo; aquí la caricatura sólo aparece en una máscara de pelo caoba hecha con mejunje Art Attack. Marta Belenguer vuelve a estar espléndida en un papel que tiene más peso en la primera parte y que deja espacio al resto de hermanas a medida que avanza la obra, Mentxu Romero solventa un personaje con muchos defectos y con un gran secreto, David Matarín llena de ternura su personaje y se desenvuelve por el escenario como por su propia casa. Juan Blanco tiene el difícil papel de hacer que toda esta locura parezca real, alucina con lo que alucina el espectador y sufrimos con él. No es sencillo dar vida a un personaje cotidiano en medio de esta amalgama de colores y el actor realiza un trabajo impecable. Pero sin ninguna duda, las que destacan en cada intervención son una Nuria Herrero que emociona y sorprende a partes iguales, espectacular en su monólogo a público, y una María Maroto que llena de matices un personaje que es un regalo.


Asistimos a la segunda función y todavía algunos gags necesitan limarse, algunas repeticiones de texto no terminan de funcionar, la estructura dramatúrgica necesita mayor disimulo. Algunas escenas están demasiado forzadas a que el secuestrado se quede a solas con cada uno de los personajes para descubrir el punto débil de éstos, demasiado secuencial, haberlas intercalado con momentos grupales más largos hubiese sido un acierto,… Un pero que se olvida inmediatamente porque las escenas son excelentes, un arrebato de locura, una propuesta brillante. Si quieres ver algo distinto en la cartelera teatral madrileña... Corta, pica, tritura, Pulveriza.


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