Las Princesas del Pacífico, mira tú... ¡qué par!
Una propuesta diferente, trazada desde la humildad y la sencillez pero con la grandeza de las cosas bien hechas. Las Princesas del Pacífico ven la tele desde su casa, aisladas, ensimismadas en su mundo de croché y analizan cada gesto de las cabezas parlantes que aparecen en la caja tonta sintiéndose parte de un mundo que las ha vetado,… ¿o son ellas las que se autovetan? Agustina y Lidia, tía y sobrina. Una vida triste, alejada y huidiza del hombre, con miedo al qué dirán. Una comedía dramática, con tintes de suspense, que se atreve a crear atmósferas muy dispares entre sí, y sumerge, con éxito, al espectador en un mundo muy particular.
Agustina y Lidia viven pegadas al televisor hasta que un día la suerte les da un golpe en la cara y saldrán a la calle para presumir. Les ha tocado un viaje en un crucero. Allí las podremos ver, sumergidas en un mundo que no es el suyo, intentando disimular y encerradas en un “caramarote” que las hace todavía más pequeñas. Un viaje que no olvidarán. Y nosotros tampoco.
Si hay algo que destaca de Las Princesas del Pacífico es la maravillosa creación de personajes que crean Alicia Rodríguez y Belén Ponce de León. En base a ellas se construye una historia de andaluzas, de pobreza y de soledad, de fuerza y de garra, de pueblo y de calle. La complicidad entre las dos actrices es aplastante y se defienden entre la comedia y el drama con absoluta maestría. Dos personajes caricaturizados, dos bufones con sentimientos. La ilusión y la desidia, la juventud y la vejez se hacen uno. Un “monstruo con dos cabezas”, como dicen en el programa de mano, que se encarga de recordarnos lo peor de nuestra idiosincrasia. Ese que dirán y ese aparentar que todos tenemos instalados en nuestro chip de españolito de clase media. Y si algo destruye Agustina son las aspiraciones y sueños que se desgarran en la ropa de una treintañera con espíritu de niña incluso antes de poderse manifestar.
Las Princesas del Pacífico es un montaje humilde pero que aprovecha todas las oportunidades del código teatral para convertirlas en un regalo. José Troncoso ha sabido aprovecharse del talento de estas dos actrices para crear un espectáculo carismático y brillante. Quizá cabría eliminar algunas pausas demasiado forzadas pero que las actrices llenan con el peso de sus personajes. Genial la escena de las hamacas en el crucero, consiguen que veamos con nitidez al resto de personajes.
Sin duda alguna, Las Princesas del Pacífico reinarán durante mucho tiempo los Teatros Luchana ya que no podemos hacer otra cosa sino recomendarla. Además, con el fin de año como telón de fondo, genial para estas Navidades. Es un buen ejemplo de que para hacer una buena obra de teatro no hace falta nada más que talento y una buena historia. El resto ya lo pondrá la imaginación del espectador. Esto es teatro, señores.