El grito del contrabajo, menudo instrumento
Un músico envidioso, solo, neurótico, esquizofrénico y adicto a su instrumento. Roberto Drago se enfrenta con fuerza y tesón a este personaje enamorado que no sabe cómo administrar sus emociones. Dirigida por David Lorente, El grito del contrabajo es la adaptación teatral de la novela de Patrick Süskind, El contrabajo. Una obra con una historia lineal, aunque con unas emociones in crecendo, que refleja ese deseo de un ser cualquiera por ser especial, aunque sólo sea para una persona.
¿Es posible sentirse anclado a alguien que ni respira ni se mueve? ¿Es posible sentirse amarrado a algo que ni te aprieta ni te estrangula? En El grito del contrabajo vemos una relación de dependencia entre un contrabajista y su contrabajo, una relación creada de forma no voluntaria, “nadie decide por su propia cuenta tocar un instrumento de semejante calibre”, dice el músico, que servirá de excusa para hablarnos de la soledad, de la necesidad de compañía, del amor y de las personas invisibles, olvidadas por la sociedad.
El grito del contrabajo es una obra dura que comienza en tono de comedia. Con un contrabajista reivindicando la importancia de su instrumento dentro de la orquesta nacional. Una relación de amor que poco a poco, y sin que apenas el espectador se de cuenta, se transforma en odio y en desesperación. Odia ser funcionario, odia llevar a rastras un instrumento que le pesa hasta lo más profundo del corazón y odia ser un desconocido, ser un ser anónimo más dentro de una sociedad deshumanizada y que valora el día a día como hojas de un libro que se pasan sin leer.
David Lorente dirige este montaje basándose en la fuerza, el coraje y el carisma del actor argentino Roberto Drago. La obra puede sentirse a veces lineal, sin introducción, ni nudo ni desenlace, pero la evolución se plasma en la desesperación y la neurosis del personaje que comienza a cambiar de tema diciendo que todo lo que habla, nada viene al caso, aunque nunca llegamos a saber cuál era el caso del que quería hablarnos. Sentirse siempre “la última mierda“ debe de ser muy doloroso. Acompañado por el que entendemos que es su hermano, Ernesto Drago, Roberto parece que es el pensamiento de este personaje que bebe cerveza, descansa, ensaya los últimos acordes del concierto, se viste y se prepara para dar un concierto más, aunque intuimos que a partir de ese día ya nada volverá a ser lo de antes. Sin hablar, sereno, Ernesto se muestra impasible ante ese mundo interior que parece revolucionar su yo interior.
Con la excusa del contrabajo y de la música, El grito del contrabajo es una obra que tiene la soledad, el amor y la necesidad de compañía como pilares fundamentales. Neurótico, desquiciado y esquizofrénico por no llegar a ser nunca la persona que desea ser, sólo un grito a su amada logrará despierte y su imagen se haga visible de una vez por todas.