¿Y si yo me convirtiera en pez luna?, los hombres de Lorca
¿Cómo serían los textos de Lorca interpretados por él mismo? ¿Cómo serían las historias de Lorca si fuesen interpretadas sólo por hombres? Estas son las premisas desde las que parte el montaje de ¿Y si yo me convirtiera en pez luna?, una idea original de Luis Ortiz-Abreu dirigida por él mismo junto a Yasmina Álvarez. Federico García Lorca habla a través de cuatro hombres que intentan expresar sus sentimientos más profundos y arraigados. El público, Yerma, Doña Rosita la Soltera, Mariana Pineda o La casa de Bernarda Alba son sólo algunas de las obras que podremos ver fragturadas en este montaje.
Cuatro hombres ponen voz -¡y buenas voces!- y cuerpo a los personajes míticos de la bibliografía de Lorca. Másculinos y femeninos, sin reparo alguno. Una idea interesante pero de la que no pude evitar pensar, ¿era necesario que los personajes femeninos fuesen realmente femeninos?, es decir, ¿podrían seguir siendo hombres sintiendo lo que sienten estas mujeres? Una idea que no se me ha ocurrido a mí, sino que la descubrí en un curso con Abel Zamora pero que, inevitablemente, me vino a la mente. Aquí, los personajes femeninos están interpretados por hombres que intentan feminizar su imagen y voz pero que en muchas ocasiones despista más que aclara.
La introducción de la obra hace pensar mal de ella, cuatro chicos soltando toda la pluma del gallinero mientras se contonean con soltura, como si de princesas Disney se tratase. ¿Destrozarán los textos de Lorca destinando esta obra a un único público, el homosexual? Pero tal fue mi sorpresa cuando me encuentro que no, que van más allá, y les doy las gracias. Las escenas claves de los textos de Lorca se descubren con fluidez y dejan que el público se enamore del gran hombre que fue el granadino.
Sin embargo, hay un aspecto que hace pequeño y descuidado este espectáculo que no merece serlo. El vestuario. Pocas veces hago hincapié en ello pero aquí es llamativo. Ropajes traidos de casa -con mallas y pantalones anchos incluidos-, hacen que ¿Y si yo me convirtiera en pez luna? no consiga traspasar la frontera existente entre muestra de escuela y función teatral. Los cuatro taburetes que hacen de escenografía tampoco ayudan a ello, ya que ni siquiera ha habido algún esfuerzo por tratarlos.
Si bien Ortiz-Abreu ha sabido sacar -junto a Álvarez- lo mejor de sus actores, interpretativamente hablando, se queda muy por detrás del resto. Le faltan matices, en su voz podemos encontrar tonos de profundidad y sentimiento pero no de verdad y su cuerpo a veces resulta desubicado, no encuentra su sitio. Ha intentado abarcar demasiado y se necesitan muchas tablas para eso. Falto de variantes también encontramos a Austin Guerrero pero, sin embargo, nos divierte en la escena de la jaca y nos asombra con el poder de su voz. En la otra cara de la moneda nos encontramos a Natán Delgado, que va mejorando a medida que avanza la función, sobre todo interpretando a Doña Rosita, y a Rafael Bueso que, sin forzar, da verdad y sentimiento a todo lo que hace, aunque falle en esa Bernarda tan difícil de interpretar, era compleja la propuesta. De los cuatro podemos destacar una acertada propuesta musical.
Salimos conformes con el montaje, disfrutamos el recorrido por las obras de Lorca y recuperamos su figura, que nunca está de más. Sentimos sus sentimientos y entendemos que todo lo que escribió pudo sentirlo en sus carnes.