Cliff, el hundimiento de una estrella
Escribir un biopic sobre un actor de Hollywood, con sus idas y venidas, la felicidad y tristeza que produce tener una estrella en el paseo de la fama, siempre será interesante pero Alberto Conejero ha escogido la historia de uno de los personajes más característicos de ese estrellato, Montgomery Clift. La muerte del actor se conoce como el suicidio más largo vivido en Hollywood. Ver este montaje, dirigido por Alberto Velasco e interpretado por Carlos Lorenzo, es descubrir el mundo que se esconde tras los focos y los triunfos.
Vencedores y vencidos, el mundo de la fama y sus entretelas encuadrado en un sólo personaje. Un personaje real, del que podemos ver sus películas, Montgomery Clift. Lo tenía todo y parecía no importarle nada. Un accidente de tráfico fue el inicio de su declive, el primer pie en el abismo de un acantilado que aterra, aunque da menos miedo al lado de un baso de whisky. La cirugía no pudo arreglar todo lo que en su alma había roto. El estigma de su homosexualidad, sus deseos frutrados por ser un gran actor de teatro, sincero y coherente, y por realizar el último personaje de su vida: Treplev de La Gaviota de Chejov junto a su querida Elysabeth Taylor.
Cliff aborda un personaje real dando vida a muchas más cosas. El hundimiento de una estrella nos muestra las consecuencias de los deseos frustrados, de las personalidades débiles y sensibles que no son capaces de aceptar una derrota y superarla, del poder de la esperanza, de la destrucción de los vicios y, sobre todo, es una radiografía del ser humano inaceptado por sí mismo, inseguro, desconfiado y maltradado. "¿Cómo puedo no ser Montgomery Clift?" es una pregunta tan dura que encierra tanto que, señor Conejero, no has podido elegir mejor eslogán.
Un montaje, a cargo del siempre sorprendente Alberto Velasco, que controla genialmente las pausas, los silencios y los tiempos de descanso, que mide la intensidad con barómetro y que aprovecha todos los momentos duros y dramáticos que Alberto Conejero recoge en su texto. Como nos dijo en su entrevista, "si hay algo que unen mis montajes son que tienen alma". Lo corroboramos. Las botellas que rodean la escenografía creada por Alessio Meloni nos introducen a la historia del "borracho de Hollywood".
Alberto Velasco ha sabido sacar lo mejor de Carlos Lorenzo. Plantarse solo en escena con este nivel de intensidad no es sencillo y Lorenzo lo hace con precisión y con mimo. Es espectacular la transformación física, sin artificios, que el actor realiza en la caída del personaje. La máscara del éxito y la fama y la decepción del fracaso y la soledad. La impronta del galán exitoso y la del derrotado. Cambios de estado que realiza en apenas segundos y que parece que al espectador le cuesta más asumir que al propio actor. Una apuesta valiente por parte de Lorenzo y un resultado sobresaliente. Entregado, sin fisuras y sintiendo cada palabra, cada instante. Hay mucho trabajo detrás de este montaje, algo que, por desgracia, no es unánime en nuestra cartelera.
"Cuando pienso en mi vocación no le temo a nada". Un actor, un leitmotiv, una razón de ser. Sin duda, Alberto Conejero, Alberto Velasco y Carlos Lorenzo forman un trío perfecto para esta ocasión teatral. Un aplauso para los tres.
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