Chico, chiquitito, pequeñito, delgadito
Un gigante rompecabezas. Eso quiere ser Chico, el protagonista de este monólogo en primera persona que nos trae Álvaro Aránguez poniendo en escena a Daniel Eusse. Un niño que ya no es tan niño. Abandonado, enamorado de su madre, tan lleno de odio como de ternura, amante del baile y de la música. Tan sólo pide que no le dejen de cantar y que esos pactos no escritos nunca se rompan.
Chico es la historia de un adolescente que empieza a madurar a golpes con la vida. Homosexual, de padres separados, con dificultades para memorizar, nómada, y con una doble personalidad que explota en su más estricta intimidad.
Un texto atractivo que compone Aránguez para un solo actor. Una escenografía realista en la que no se aprovecha todo lo que vemos. La cocina podría haber dado mucho más juego. Y un actor que da todo de sí mismo, aunque creo que a Eusse todavía le falta encontrar matices en cada frase, en cada escena. Ahora mismo hay muchas escenas que no terminan de diferenciarse unas de otras, mientras que hay unas cuantas que son sencillamente magníficas. La pérdida de la virginidad, ese baile emocionante o los momentos en los que la intensidad sube para adentrarnos en las situaciones más dramáticas del personaje. Hay escenas se quedan incompletas y dejan a la imaginación del espectador las reacciones de algunos personajes, como la de su padre, por ejemplo, cuando estamos ansiando verlo. No todo se puede dar servido en bandeja. Así es el teatro.
Chico tiene un mundo interior infinito. Y nos lo muestra. Tierno, tan fuerte como débil, sensible y abandonado. La imaginación de este personaje es inagotable aunque a veces se avergüenza de esa pasión por el baile. “No me dejes bailar más”, dice. Incomprendido, insatisfecho y sin raíces. No ha podido plantar los pies en la tierra y crecer. El mundo no le ha dejado.
Eusse realiza un trabajo notable en este monólogo, digno y con sensibilidad. Quiere a su personaje y lo trata con mimo. Creo que todavía le falta llevarlo a lo más profundo de su ser, que le saque las entrañas ya que el personaje da para eso y mucho más, quedarse en la superficie, en el primer plano de Chico es perder la oportunidad de ofrecer al espectador muchas más cosas. Vas por muy bien camino, Daniel. Enhorabuena, de verdad.
Quizá una de las decisiones en las que más en desacuerdo estoy con este montaje es el hacer divagar al espectador con la edad del personaje. A veces un niño, otras un adulto, adolescente,… Chico es eso, un hombre que no se encuentra, anclado en su infancia e incapaz de madurar por sí mismo. Pero creo que sería útil para el espectador saber la edad real del personaje. Así todo cobrará mucho más sentido.
De todas formas, en Chico nos encontramos un montaje donde la ternura y la intensidad se dan la mano y donde el trabajo físico de Daniel Eusse queda patente. Una manera profunda de contar, con alma y corazón, lo complicado que es cortar el cordón umbilical de nuestra vida.