Comiéndote a besos, un juego peligroso
Cada obra tiene un objetivo y el de Comiéndote a besos es claro: la prevención y la aceptación del VIH. Sin embargo, ese objetivo no choca con un texto entretenido y desenfadado, una dirección blanca y sin pretensiones y una interpretación sencilla y cotidiana. Comiéndote a besos conciencia sobre un tema presente aunque casi olvidado que sigue afectando a millones de personas en todo el mundo, y en los países desarrollados también. Abel Zamora escribe la adaptación teatral de este cuento interactivo de Imagina Mas, bajo la dirección de Asier Andueza y con la canción de Rozalen del mismo título como banda sonora.
Pedro es homosexual, acaba de llegar a Madrid, o concretamente a Chueca, desde su pueblo almeriense y le gusta el baile y los besos. Juan es heterosexual, un profesor enrollado, sentimental y enamoradizo. Dos maneras diferentes de contar una misma historia. ¿Puedes seguir enamorándote una vez que tienes VIH? ¿Es un juego peligroso?
Conociendo a Abel Zamora es cierto que nos esperábamos un texto más sorpresivo e innovador, pero escribir para un hecho concreto, hacer una adaptación de un cuento ya escrito, otorga menos libertad de creación. Aún sí, podemos encontrar ese sello personal inconfundible. Personajes perfectamente trazados, ocurrencias cómicas únicas y ese humor que es capaz de mezclar a Jorge Javier Vázquez con las canciones de Rocío Jurado. Partiendo de una adaptación hecha con gracia, Andueza ha conseguido crear una obra ágil, sin demasiadas pretensiones que consigue llegar al espectador. Empatizamos con los personajes y nos enamoramos con ellos.
El reparto actoral aprovecha la cotidianidad del texto para hacerlo suyo. Destaca por su naturalidad y por hacer un heterosexual sensible sin caer en ningún tópico, Paco Cabrera. A su lado, Carla Piñana se crece y compone a una María divertida a la que todos queremos identificar con Rozalen, la autora de la canción que da título a la obra. La otra pareja de la historia está interpretada por Fernando Bodega y Juan Silvestre. Silvestre cumple con su cometido aunque deja a su personaje algo plano. Bodega, por su parte, divierte al espectador y llena de ternura a su personaje, aunque no consigue dominar su cuerpo y Pedro queda demasiado superfluo y estereotipado durante toda la obra. Sólo al final consigue dotarlo de humanidad.
Si hay algo que esperábamos desde el principio es el momento en el que escuchamos el tema de Rozalen, sobre todo los que admiramos a esta cantautora. Pensaba que el personaje de María acabaría cantando la canción pero la propuesta escogida por Andueza cierra la historia de la mejor manera posible. Genialmente tratada. Los personajes se dicen los versos de la canción con más verdad que el resto de la obra. Consiguen que el público se emocione y acabe con los pelos de punta y la carne de gallina.
Comiéndote a besos es una obra útil, educativa y entretenida. Tres adjetivos que no son opuestos. Hace tiempo que no me quedaba con frases de las obras que veía. Aquí me apunto, ¿qué somos? ¿vampiros? Una respuesta sencilla al problema.