Nosotros no nos mataremos con pistolas, el mundo iba a ser nuestro
Una obra que viene precedida por un incuestionable éxito en Valencia y que ahora llega a la sala grande del Teatro Lara. Nosotros no nos mataremos con pistolas llega a la cartelera teatral madrileña pisando fuerte y nosotros queremos hacernos eco. Una obra que representa fielmente el sentimiento de muchos treintañeros de nuestro país, entre los que me incluyo. A veces, entre amigos, decimos que los treinta son los nuevos veinte, que lo que nosotros veíamos cuando éramos adolescentes entre la gente de treinta era prosperidad, una vida estable y una familia. Ahora eso se ha quedado atrás y lo que nos prometieron desapareció por el camino.
Ese sentimiento es la base que rodea a Nosotros no nos mataremos con pistolas. Una obra escrita y dirigida por Víctor Sánchez Rodríguez que consigue que el espectador empatice con sus personajes y se ponga en su pellejo. Un reparto solvente que se desenvuelve con gusto entre drama y comedia, modificando las sensaciones del espectador en cuestión de segundos. Una obra que otorga un monólogo intenso a cada personaje, cada uno tiene su momento para desentrañar lo que ha callado durante tanto tiempo, una explosión de verdad. Cinco amigos se reúnen después de cinco años sin verse, después de un suceso trágico, y sus vidas quieren disfrazarse de bienestar pero la máscara durará poco.
Con la procesión de la Virgen del Carmen como telón de fondo y banda sonora, la comida se transforma en borrachera y las verdades salen a la cara, o más bien la borrachera intenta disipar las verdades que explotan ante nuestros ojos. Un almuerzo, una paella, un pueblo con mar que los vio crecer y un presente sin prosperidad. ¿Qué tal todo? es la pregunta recurrente cuando ves a alguien que hace mucho tiempo que no veías, “Bien” es la respuesta fácil ante la negativa de contar que todo está como una puta mierda. Y en este montaje esa mierda empezará a oler y el espectador sentirá en su propia piel el anhelo de lo que quería ser en un presente nada esperanzador. Una generación sin rumbo.
Dos horas de función que se desarrollan entre verdades y mentiras. Nosotros no nos mataremos con pistolas es un montaje donde el espectador podrá descubrir todo aquello que sabemos que ocultan los personajes. Nada es lo que quieren los personajes que parezca y el espectador lo intuye desde el minuto uno. Sabemos que algo pasó con la amiga que nunca aparece, Paula, y queremos saber qué. Sabemos que no es oro todo lo que reluce y queremos que los personajes muestren su verdadera cara. Alguno lo hace desde el principio y eso le honra. Una función bien entrenada y donde el reparto respira al unísono. Quizá la borrachera se les va de las manos y el espectador pierde información ya que muchas de las cosas que dicen los personajes no llegan entre la música y las voces. Una pena, aunque comparto el volumen de la procesión ya que consigue meter al espectador de lleno en un sentimiento de pasión y consternación.
Los cinco intérpretes tienen muy bien trabajada la relación entre los personajes y aprovechan los momentos de lucidez de los mismos. Un monólogo estupendamente ejecutado el de Toni Agustí y un silencio lleno el que se marca Laura Romero, aunque es verdad que esperábamos que su personaje rompiese en algún momento con sus verdades de manera rotunda. Lara Salvador impone el tono más cómico a un personaje que tiene un futuro inmediato muy negro y que intenta resolver con ayuda de los presentes que, aparentemente, están mejor que ella. Pero ella no sabe que es la única que no estará sola, que su problema será su salvación.
Nosotros no nos mataremos con pistolas despertará al espectador aunque al final todos volvamos a mirar el whatsup y a compartir nuestras mejores caras en las redes sociales. El teatro te mueve por dentro pero consigamos que ese despertar no se quede en la butaca.