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La puerta de al lado, del odio al amor sólo hay un paso



Pablo Chiapella sabe muy bien lo que supone un conflicto vecinal. Y La puerta de al lado supone un reto para él. Tiene que conseguir que los espectadores se olviden de su Amador de La que se avecina aun cuando nos cuenta una historia de escalera y rellano. Sergio Peris-Mencheta adapta y dirige esta obra de Fabrice Roger-Lacan que se sostiene por un texto rico, una dirección personal pero sin olvidarse de dejar brillar el verdadero talento de unos intérpretes, Chiapella junto a Silvia Marsó, que dominan la comedia con buen ritmo.


Él y ella. Ella y él. Ambos comparten una pared. Cada uno a un lado del muro. Puertas conjuntas en el rellano. Un mismo ascensor. Y dos opiniones completamente dispares. Uno vende yogures, o trata de venderlos con sus ideas publicitarias. La otra es psicoterapeuta e intenta arreglar las mentes de sus pacientes. Ambos están solos, amargados a su manera e intentan encontrar el amor en una web de contactos. Superterapeuta y Edredón plumífero son totalmente incompatibles en los test de compatibilidad pero, ¿lo serán en la vida sin likes ni corazones rojos?


Hay muchas comedias románticas y todas confluyen en la dificultad para acabar juntos de dos enamorados. Aquí, los enamorados no saben que se gustan pero como ya se dice, tan sólo hay un paso entre el odio y el amor, aquí hay alguno más, los cinco que separan una vivienda de la otra. Peris-Mencheta ha sabido aprovechar lo mejor de este texto, incluidos los momentos donde parece que los propios actores atienden a que están subidos a un escenario, para hablar de las relaciones humanas y del conocimiento personal, de las virtudes y defectos. Con la música en directo de Litus y con los pensamientos en voz alta de los protagonistas, ante nuestros ojos van sucediendo escenas donde cada palabra y cada suceso es un conflicto. Sin embargo, todos estamos deseosos de que salte la chispa o el entendimiento entre estos vecinos. El público tiene ganas de que la pareja conecte.


Sin lugar a dudas, La puerta de al lado no sería la misma sin el talento de Silvia Marsó y Pablo Chiapella. Ambos crean unos personajes con los que el espectador empatiza y se divierte con sus vicisitudes. No es una comedia de carcajada pero sí de sonrisa constante. Todo un acierto. Marsó aprovecha con elegancia los juegos que propone el texto de su personaje y lo maneja con encanto. Chiapella logra superar con éxito su reto y crea un personaje seductor y con energía. El director ha llevado a buen puerto su trabajo y ha hecho un gran trabajo de relación entre los personajes. La voz en off que articula Litus sirve de relajación y añade humor a la comedia desde el aviso inicial de apagado telefónico a los espectadores.


Barco Pirata Producciones vuelve a acertar con su creación y, aunque no reina en originalidad, sí lo hace en su tratamiento y en su manera de contar las cosas. Un final feliz un tanto precipitado que convierte en infierno ese tradicional fueron felices y comieron perdices.


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