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La ciudad borracha, una noche decisiva



Dicen que en las despedidas de solter@ puede pasar de todo y en La ciudad borracha, en una noche la vida de los protagonistas dará un vuelvo absoluto, sobre todo la de la novia que se despide de su soltería. Enio Mejía dirige esta obra de Adam Bock que, como las buenas comedias corales, tiene unos personajes supuestamente secundarios de los que te enamoras al instante, interpretados con maestría por Alberto Amarilla y Aixa Villagrán.


Tres amigas, Mariam, Lidia y Marisa celebran que están prometidas. Las tres a la vez, juntas pero no revueltas. Como si de una comedia romántica hollywoodiense se tratase, las tres amigas no pueden estar más contentas. Pero todo cambiará en la siguiente escena, donde el amor que fluía al principio ya no es tal. Es la despedida de soltera de una de ellas, a otra su novio le ha puesto los cuernos y la tercera en discordia hace lo que se supone que debe de hacer. Entre cubatas y paseos nocturnos, conocerán a dos chicos y la novia se planteará si quiere ser mujer de o no.


El inicio de La ciudad borracha es un poco precipitado. Tres chicas aparecen en escena, se colocan frente a nosotros y nos enseñan sus anillos de compromiso. No entendemos muy bien que pasa pero parece divertido. Tras esto, una noche, no sabemos si antes o después, una borrachera de estas que cambian tu vida, de estas en las que cometes locuras y te arrepientes al día siguiente, o no te arrepientes pero estás seguro de que no hubieras hecho lo que hiciste sino tuvieses unas copas de más. Todos hemos tenido una noche de estas. Personajes que arrastran una vida infeliz, que no son lo que quisieron ser y que están descontentos con lo que les espera. ¿Cambiará para siempre sus vidas? Quizá no tanto pero seguro que los protagonistas no la olvidarán con facilidad.


La borrachera hace reír y las locuras que hace nuestra protagonista con un desconocido nos hacen identificarnos. También empatizamos con los amigos, con ellas y con ellos. Sus reacciones, su ¡Ay, Dios mío, que la está liando, mañana se va a arrepentir!, su ¡Tenemos que salvarla!, una comedia ágil y alcoholizada que desprende juventud y frescura.


Juventud y frescura gracias a unos intérpretes que se divierten en escena, aunque no logren conjugar a veces borrachera con vocalización. Sara Gómez está divertida y sincera en escena, logra que todos entendamos a su personaje y aplaudamos su valentía. Su partener, sin embargo, no la acompaña. Gonzalo de Santiago está demasiado plano y disuelve la borrachera como por arte de magia, ¿él es el amigo que no bebe? Deberían de decírnoslo. Esta falta de feeling entre ambos hace que en La ciudad borracha nos interesen más los secundarios, sobre todo las historias de Aixa Villagrán y Alberto Amarilla. Ambos están genialmente cómicos, ella cómicamente brusca y él cómicamente tierno. La historia entre Amarilla y Roberto Dragó nos despierta más emoción que la principal. Todos queremos que salga bien.


Soledad, honestidad y nocturnidad. ¿Qué pasa el día después? Una última escena que despierta la emoción del espectador y nos pone los pies sobre la tierra. Mariam, nuestra protagonista, ¿será consecuente con todo lo que pensaba la noche anterior? No voy a hacer spoilers, así que, todos a emborracharnos con el alcohol que se desprende en La ciudad borracha.


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