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Pánico, terapia y reflexión sobre uno mismo



Reflexionar sobre uno mismo, hacer una pausa en el tiempo para conocerse, para saber cómo es uno realmente, lo que piensa, lo que siente, lo que quiere en la vida, nunca está de más. La vida nos atropella con su día a día y no nos deja tiempo para darle al pause y pensar en uno mismo. Pánico es una comedia de Mika Myllyaho que, después de su éxito internacional, llega ahora al Teatro Lara de la mano de Quino Falero. Una comedia efervescente, que transforma el género desde la comedia pura, suave y calmada, hasta llegar al drama que verdaderamente sufren los personajes. Consigue hacernos reír y reflexionar sobre uno mismo, ya es mucho.


Tres amigos de la infancia pasan una semana juntos. Amigos de esos que puedes despertar a las tres de la mañana borracho y ocupar su hogar, su tranquilo hogar. Dos no salen de casa, el tercero va y viene con bolsas de la compra y con el estrés propio de la calle y el teléfono que no para de sonar. La novia de uno de ellos le ha puesto una tarea, estar un tiempo solo y pensar. ¿Sobre qué? Eso tendrán que averiguarlo. Sus amigos, como ángel y demonio uno a cada hombro, harán lo que esté en sus manos por ayudarlo, por intentarlo al menos. Una terapia sin destino concluyente.


Soledad, amor y miedo. Tres temas esenciales en Pánico. Cuando se juntan, arrollan el corazón de los tres protagonistas. Pánico presenta a un Guillermo Ortega que da un punto de naturalidad y verdad al patetismo que siempre han tenido sus personajes. Aparece como protagonista, como dueño del conflicto, algo que se mantiene durante una buena y cómica primera parte. Muestra el agobio y la falta de entendimiento de Leo sin histrionismos. La comedia empieza a flojear y sentimos que los amigos, personajes interpretados por Felipe Andrés y Mon Ceballos, necesitan su propia trama. No nos basta con los injertos del programa de televisión de Ceballos, necesitamos más. Nos lo pide a gritos. Tarda en llegar pero llega y el público lo agradece. La vida de los amigos se hace presente y comienza el drama, aunque el público siga riéndose. Los problemas del protagonista pasan a un segundo plano y se aplaude porque la obra se hace más coral y realista. Tan real como esos amigos que aconsejan sin destapar su mierda, cuando quizá la suya es incluso más grande que la de uno mismo.


Curiosa aunque algo extensa la escena donde se discute de Hable con ella, la película de Almodóvar, muy acertada para la trama. Me pregunto si será incursión de Fernando J. López, el encargado de la adaptación, o aparecerá en el original. Pánico tuvo bastantes altibajos en su estreno, necesita asentarse pero tiene todos los ingredientes para ser la comedia que promete ser. Y todavía no es.


Cuenta con tres intérpretes que se adentran en el escenario y bucean con respirador. Con la seguridad de tener asentados a sus personajes pero sin el riesgo del que se sumerge en el mar y se lanza al vacío. Sin embargo, sí abordan con absoluta entereza el desenlace de la obra, recuperando a cualquier espectador que estuviesen perdiendo.


Pánico se convierte de esta manera en una buena reflexión sobre la cabeza del hombre, no es “la Biblia del hombre contemporáneo” como dice Max sobre Hable con ella, pero sí es una buena manera de entender lo que pensamos cuando no nos entendemos con las mujeres, cuando no nos entendemos ni a nosotros mismos. Crisis existenciales. Hecho con sinceridad y desde la comedia pero sin infravalorar al género masculino, como suele pasar cuando se tratan este tipo de temas. Buen trabajo.


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